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El Che y su compromiso con la causa del pueblo cubano
Víctor Pérez Galdós
Colaborador de Radio Rebelde

LA HABANA, CUBA.- Mucho antes de entrar en contacto con el territorio cubano, al formar parte del grupo de expedicionarios del Granma, Ernesto Che Guevara había sentido crecer en su corazón el amor y el compromiso por liberar a Cuba de la presencia de una dictadura militar reaccionaria.

Esto comenzó a hacerse realidad cuando en 1955 en la capital mexicana el Che conoció y se identificó plenamente con Fidel Castro en  el empeño de desarrollar en Cuba la lucha revolucionaria.

De su encuentro inicial con Fidel Castro, el propio Che contaría algunos años después en el primero de una serie de tres trabajos, titulado Una Revolución que comienza, publicado el 16 de julio de 1959 en la revista brasileña “O Cruzeiro”: “Lo conocí en una de esas frías noches  de México, y recuerdo que nuestra primera discusión versó sobre política internacional. A las pocas horas de la misma noche, en la madrugada, era yo uno de los futuros expedicionarios.” (1)

En el transcurso de los siguientes meses de 1955 y en el primer semestre del año siguiente él continuó su estrecha vinculación con los revolucionarios cubanos e incluso participó en los entrenamientos de tipo militar que realizaban en un rancho.
En junio de 1956 se produjo su detención en unión de un gran número de los cubanos que participaban en dichos entrenamientos. Unos días antes la policía mexicana había detenido a Fidel Castro y al efectuar un registro habían logrado  obtener la localización  del rancho donde se realizaban las prácticas.

En medio de las tensiones que significaba su condición de extranjero sin hallarse legal en México y con el peligro latente de ser deportado, el joven Ernesto Guevara, el 6 de julio, desde la cárcel, envía una carta a sus padres en la cual explica la situación en que se encontraba y las causas de su detención.

“Hace un tiempo, bastante tiempo ya -manifestó-, un joven líder cubano me invitó ingresar a su movimiento, movimiento que era de liberación armada de su tierra, y yo, por supuesto, acepté. Dedicado a la ocupación de preparar físicamente a la muchachada que algún día debe poner los pies en Cuba, pasé los últimos meses manteniéndolos con la mentira de mi cargo de profesor. El 21 de junio (cuando hacía un mes que faltaba a mi casa en México, pues estaba en un rancho de las afueras) cayó preso Fidel con un grupo de compañeros, y en la casa figuraba la dirección donde estábamos nosotros, de manera que caímos todos en la redada. Yo tenía mis documentos que me acreditaban como estudiante de ruso, lo que fue suficiente para que se me considerase eslabón importante en la organización, y las agencias de noticias amigas de papá empezaron a bramar por todo el mundo.

“Eso es una síntesis de los acontecimientos pasados, los futuros se dividen en dos, los mediatos y los inmediatos. De los mediatos les diré: mi futuro está ligado a la revolución cubana. O triunfo con esta o muero allá...” (2)

Fidel Castro y la mayor parte de los cubanos encarcelados resultaron liberados algunas semanas después gracias a las gestiones realizadas por el General Lázaro Cárdenas. Pero el Che siguió detenido y no fue hasta el 31 de julio que se logró su excarcelación.

Y en el transcurso de los siguientes meses más que limitarse por el peligro que fuese nuevamente interceptado por la policía mexicana y expulsado del país, él siguió directamente vinculado con Fidel en los preparativos de la expedición del yate “Granma”, la cual partió del puerto de Tuxpan el 25 de noviembre de ese año.

Sobre ese momento de gran significación para su propia existencia, el Che igualmente detalló posterior al triunfo de la Revolución al reflejar sus vivencias en la guerra revolucionaria en Cuba.

“Salimos con las luces apagadas, del puerto de Tuxpan en medio de un hacinamiento infernal de materiales de todas clases y de hombres.  Teníamos muy mal tiempo, y aunque la navegación estaba prohibida, el estuario del río se mantenía tranquilo. Cruzamos la boca del puerto yucateco, y a poco más, se encendieron las luces. Empezamos la búsqueda frenética de los antihistamínicos contra el mareo, que no aparecían; se cantaron  los himnos nacional cubano y del “26 de Julio”…” (10)

Si para todos los expedicionarios la travesía del yate “Granma” hacia Cuba fue una difícil prueba, para el Che lo fue doble, pues a las molestias comunes por la cantidad de hombres y equipos en un yate muy pequeño, se le sumó que él padeció un intenso ataque de asma durante casi todo el viaje.

Poco o nada le aliviaban las medicinas, incluso las inyecciones de adrenalina.  Pero más allá de su falta de aire y de su malestar en sentido general, fue mucho mayor su voluntad, puesto que con singular estoicismo no expresó la más mínima queja, ni ello hizo mella en su esencial optimismo, ni en su deseo de hallarse en Cuba para contribuir al desarrollo de la lucha contra el régimen dictatorial.

Y en Cuba, durante el desarrollo de la lucha revolucionaria, en múltiples ocasiones no sólo tuvo que enfrentarse a los soldados de la tiranía sino también librar un combate tenaz contra el asma.

Fue capaz de encarar las posibles limitaciones que le ocasionaba ese padecimiento, todos los peligros y dificultades y, sin proponérselo como tal, pero si con la fuerza de su ejemplo, de su voluntad y valentía, de convertirse en un verdadero símbolo dentro de los combatientes rebeldes.

Precisamente al hacer una valoración Che como integrante del Ejército Rebelde y su actitud durante la lucha revolucionaria, señaló: “Che era un insuperable soldado; Che era un insuperable jefe; Che era, desde el punto militar, un hombre extraordinariamente capaz, extraordinariamente valeroso, extraordinariamente agresivo.  Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles, ese talón de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio al peligro.” (3) 

(1) Ernesto Che Guevara,  Escritos y Discursos, Tomo 2, Editorial Ciencias Sociales, 1977, página 6
(2) Ernesto Guevara Lynch. Aquí va un soldado de América, Editorial Sudamericana Planeta, Argentina, 1987, páginas 136 y 137.
(3) Discurso pronunciado el 18 de octubre de 1967 en la velada solemne en homenaje al Che realizada en la Plaza de la Revolución “José Martí”, en La Habana.

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