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Vivencias de Arnold Rodríguez sobre el Che en Argelia
Victor Pérez Galdós Ortiz
Periodista de Radio Rebelde

La Habana, Cuba.- “No hay fronteras en esa lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes a lo que ocurre en cualquier parte del mundo...”

Esto fue expresado por el Comandante Ernesto Che Guevara al hablar en el segundo seminario de solidaridad afroasiática efectuado en la capital de Argelia en febrero de 1965.

Fue éste el último evento internacional en el que el Che participó y habló en nombre de Cuba.

Arnold Rodríguez Camps, quien entonces era viceministro de Relaciones Exteriores fue testigo de la participación del Che en dicho evento. Y al evocar la intervención del Che en el citado seminario señaló: “Y aquella voz, voz de América, habría de exponer de un tirón, como quien anda de prisa, aunque sin desesperación, análisis y definiciones que estremecieron aquel auditorio y fuera de allí.”

En ese seminario el Che expresó: “Una victoria de cualquier país sobre el imperialismo es una victoria nuestra, así como la derrota de una nación cualquiera es una derrota para todos.”

El Che participó en el seminario efectuado en Argelia poco tiempo después de haber intervenido ante la Asamblea General de las  Naciones Unidas y tras haber hecho un largo recorrido por diferentes países del continente africano.

Arnold Rodríguez también detalló en un trabajo que tituló “Unos días junto al Che, publicado en “Granma Internacional”, en octubre de 1995, la trascendencia que el Comandante Ernesto Guevara le concediese al seminario de solidaridad afroasiático y además hizo referencia a los aspectos planteados por él en el discurso que pronunciara en esa oportunidad.

Preciso: “El Che veía aquel seminario con sumo interés por su temario y porque tendría ocasión para dialogar y hermanarse con sus compañeros representantes de aquellas tierras que sentía suyas. Preparó un discurso con esmerada dedicación, y era que Cuba, como dijera al iniciar sus palabras ante el seminario venía a elevar por sí sola la voz de los pueblos de América.

“Martilló aquella sala uncida a sus palabras con un novedoso ideario. Fijó nuevas reglas políticas, económicas y sociales y aseveró: “Deben ponerse en tensión las fuerzas de los países subdesarrollados y tomar firmemente la ruta de la construcción de una sociedad nueva –póngasele el nombre que se le ponga donde la máquina, instrumento de trabajo, no sea el instrumento de explotación del hombre por el hombre.”

Durante su estadía en la capital de Argelia, además de participar en el seminario de solidaridad afroasiática, el Che se reunión con los embajadores cubanos en África y se entrevistó con los dirigentes argelinos.

Pero el Che también, según precisó Arnold Rodríguez, recorrió las calles de Argel, como un ciudadano común e incluso en más de una ocasión utilizó taxis para trasladarse de un lugar a otro.

Al respecto Arnold Rodríguez puntualizó en el trabajo que titulara “Unos días junto al Che”: “Ante esos hechos que creíamos riesgosos para su persona, y planteándome cómo decirle nuestra preocupación, se me ocurrió entrarle en forma indirecta y comentarle que por lo visto Argelia había alcanzado una estabilidad política superior a la nuestra, y que allí existía más seguridad para él que en La Habana. Me miró extrañado y antes de que hiciera una acotación le aclaré: “Aquí lo vemos utilizar automóvil de alquiler y andar completamente solo, lo que en Cuba no hace. Cambió su expresión y con peculiar reticencia comentó: “...los que pudieran querer hacer algo no tienen condiciones propicias y los que pueden hacerlo, no creo tengan interés...”  Pienso que se refería a los norteamericanos y a los franceses.”

Arnold Rodríguez también contó algo que pone de manifiesto en forma elocuente el modo de actuar lleno de sencillez del Che.

“Recuerdo las ocasiones en que, sentados junto a la amplia mesa, a la hora de almuerzo o comida en la embajada cubana, al influjo de los comentarios de nuestro embajador, el compañero “Papito” Serguera, veíamos al Che arreglárselas para desde su asiento, o parándose, servirse él mismo. Y es que procuraba no utilizar a nadie en ocas que él mismo pudiera resolver. Esta conducta suya irradiaba una especie de compromiso táctico que inducía a los que le rodeaban a mantenerse más exigentes consigo mismo.”

 
 
   
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