Hace 45 años, el historietista cubano Juan Padrón escribía en la Revista Pionero la historia del samurái Kashibashi. Uno de los personajes secundarios era un auténtico cubanito llamado Elpidio. Sus ocurrencias y parlamentos, incluso más geniales que los del japonés fueron el pie forzado para que haciendo “borrón y cuenta nueva” Padrón iniciara el 14 de agosto de 1970 la historia de Elpidio Valdés.
Como un símbolo eterno ha quedado grabada su imagen no únicamente para mi generación, aunque nos cueste recordar el momento exacto en que le vimos por vez primera.
Acompañado de su inseparable Palmiche, por su novia María Silvia y sus fieles seguidores, Elpidio forma parte de la idiosincrasia de todos los cubanos. Y es que sus frases salen a relucir en fiestas y reuniones íntimas.
En una parada, una cola o en medio de una clase alguien suelta una de sus bromas y aunque las sabemos todas como una tabla de multiplicación, es inevitable que se multipliquen las risas, aunque nuestro contexto no sea el campamento mambí al mando del coronel Elpidio Valdés.
A 45 años de su nacimiento no podemos hacer menos que felicitarlo y agradecer a Padrón por compartirlo con nosotros y de esta forma dejarlo formar parte de nuestras vidas.
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