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Manglares, barreras defensivas de las costas  

Manglares, barreras defensivas de las costas
Míriam Zito
Colaboradora de Rebelde
18 de Junio de 2008, 1:05 p.m.

La Habana, Cuba.- El cambio climático, el incremento de la intensidad de los huracanes y las inundaciones costeras entre otros fenómenos atmosféricos de envergadura, pueden atentar contra los manglares, barreras de defensa naturales que bordean las costas.

En el archipiélago cubano, formado por la isla grande, Isla de la Juventud y unos cuatro mil cayos, los manglares ocupan más de cinco mil kilómetros, lo que representa el 4,8 por ciento de la superficie terrestre total y un 26 por ciento de los bosques.

Por su extensión, los manglares cubanos ocupan el noveno lugar en el mundo y el primero entre los países del Caribe, y se catalogan entre los de mayor representación en el continente americano.

Más del  70 por ciento de las costas de la Isla están protegidas con formaciones de manglares, donde abunda el patabán, la yana y el mangle rojo.

Comunes en las costas de origen biológico, acumulativas y cenagosas, donde son frecuentes los esteros con escurrimientos de agua dulce, también abundan en lugares salinizados como cayos e islas.

El denominado monte de manglar resulta un complejo que sustenta la vida de especies animales, pues entre sus ramificaciones sumergidas habitan numerosos tipos de invertebrados y peces.

Las hojas, ramas y raíces de los mangles aportan ricos nutrientes y constituyen refugio ideal para peces, crustáceos y moluscos.
  
A la vez protegen las costas de la erosión asociada al viento, al oleaje y a las corrientes marinas, e impiden el paso de las sustancias contaminantes a los arrecifes coralinos u otros medios.

Múltiples estudios han acometido los especialistas del Instituto de Ecología y Sistemática (IES), perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), relacionados con el cuidado de estos ecosistemas.

Su estado de salud en el archipiélago se cataloga de satisfactorio, aunque algunos sitios puntuales presentan afectaciones locales y diferencias entre los valores de salinidad desde Cayo Sabinal hasta Cayo Guillermo.

Según estudios esta diferencia está relacionada con la estructura y composición florística del manglar, por lo que al norte domina la especie Rhizophora mangle y Avicennia germinnans al sur.

Los mayores valores de salinidad se localizaron en la bahía de Jigüey, con severas afectaciones a la vida marina y fetidez de los fondos, lo que ha demandado acciones para disminuir la salinidad en esa rada.

También se determinó que los mayores espesores de suelos se encuentran asociados a los manglares de los canalizos y esteros, con una correspondencia entre el espesor del sustrato y la altura de la vegetación de manglar.

Recientemente concluyó una investigación del archipiélago de Sabana-Camagüey, que según la doctora Leda Menéndez, del IES, dará resultados trascendentales para profundizar en el conocimiento y cuidado de esas valiosas barreras vegetales.

Sostiene Leda que muchos estragos y devastaciones pudieran evitarse si  las líneas de costa conservaran esos ecosistemas que la acción del hombre ha dañado o destruido, a veces por capricho, necesidad o desconocimiento de su valor ecológico y económico.

Refiere que en el 2002 finalizó el primer estudio de caso sobre la capacidad de estos ecosistemas para enfrentar tensiones y recuperarse cuando estas disminuyen.

La investigación se llevó a cabo en los manglares asociados al río Santa Ana, en el extremo NW de Ciudad de La Habana y constituye un esfuerzo por concretar la repercusión social de resultados científicos producidos en los campos de la ecología y el medio ambiente.

Para ello, se mantuvo un sostenido intercambio de información entre el Instituto de Ecología y Sistemática (IES-CITMA), el Servicio Estatal Forestal (SEF-MINAGRI) y la delegación del CITMA de Ciudad de La Habana.

Este intercambio de resultados puede contribuir a la interacción efectiva de la gestión ambiental de un territorio, con énfasis en las posibilidades y necesidades de cooperación transectorial y transdisciplinaria.

A pesar de que en la Isla se encuentran establecidos decretos, resoluciones y documentos jurídicos como la Ley Forestal,   para la protección estricta de los manglares, su conservación no solo depende de lo estipulado legalmente, sino de la concientización que debe lograrse acerca de su vital importancia para el hábitat de numerosas especies, incluyendo el hombre.

No solo en Cuba

Desde 1980, se han perdido en el planeta alrededor de 3,6 millones de hectáreas de manglares,  equivalente al 20 por ciento del área total, señala un estudio reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)

El documento alerta sobre los daños económicos y ambientales causados en muchos países por esta causa, que  deben ser abordados con urgencia.

La FAO identifica entre las principales causas de la destrucción de estos ecosistemas: la alta presión demográfica, la cría de peces y camarones en esas áreas, la agricultura, las infraestructuras y el turismo, además de la polución y los desastres naturales.

Es así cómo Asia sufre la mayor disminución neta de manglares desde 1980, con más de 1,9 millones de hectáreas destruidas, debido a cambios en el uso de la tierra, en tanto en América del Norte y Central y en el continente africano, las pérdidas suman entre 510 mil   y 690 mil hectáreas en el último cuarto de siglo.

A nivel nacional, Indonesia, México, Paquistán, Papua Nueva Guinea y Panamá registran las mayores pérdidas durante los años 80, con cerca de un millón de hectáreas perdidas, comparable a la extensión de Jamaica, aunque en la década de 1990 Paquistán y Panamá redujeron su tasa de pérdida.

Por su parte, Viet Nam, Malasia y Madagascar sufrieron una mayor deforestación y pasaron a formar parte de las cinco naciones con mayores pérdidas de área de manglar en la década de 1990 y en el período 2000-2005.

Su situación actual, recuperación y preservación no solo depende de los hombres de ciencia, sino también de la voluntad de conservarlos, por lo que representa su biodiversidad y equilibrio en el ecosistema.

   
 
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