|
Un llamado a la razón
Heidy González Cabrera
Colaboradora de Rebelde
25 de Junio de 2008, 11:45 a.m
Al principio sorprendieron en el mundo civilizado, aunque es práctica milenaria mantenida en muchas etnias indígenas. Me refiero a las perforaciones de la piel para uso de argollas, harto conocido en la actualidad. Y conste que no es sólo para los lóbulos de las orejas, sino que se extienden por toda la geografía corporal, en dependencia del antojo de quien ha de lucirlas: aletas nasales, labios, ombligo, cejas, mentón, brazos, y hasta genitales.
La ciencia alertó sobre el riesgo implícito en los piercing, por el aquello de las infecciones bacterianas transmitidas por instrumentos sin esterilizar y el peligro del rasgamiento de la piel o sepsis obligada en zonas húmedas de difícil cicatrización: labios, lengua, vagina, etc.
Pasado el tiempo, y aumentada increíblemente la práctica de las perforaciones (piercing), la comunidad médica de algunos países –Gran Bretaña, por ejemplo- revelaron que una investigación realizada por la Agencia de Protección a la Salud de Londres reportó que el 25 por ciento de las personas con perforaciones presentaron inflamación, sangramiento o infección.
Por supuesto, las complicaciones se derivaron de la falta de higiene y la autoperforación de los orificios sin las condiciones adecuadas.
Ha sido tanta la incidencia sanitaria que los expertos recomiendan que los servicios de salud británicos asuman el servicio para evitar un grave problema ya que muchas de las personas encuestadas admitieron que se colocaron los piercing por su cuenta, casos específicos que presentaron infecciones peligrosas.
Alboroto razonable si se toma en cuenta el daño que entraña una moda, que increíblemente, retorno a los gustos milenarios, en que este arte era patrimonio de las primeras civilizaciones indígenas del mundo. |