Lo multifacético de una periodista: Gladys Egües
Ana Maura Carbó
Colaboradora de Radio Rebelde
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17 de Diciembre de 2009, 11:00 a.m
La Habana, Cuba.- Si usted decide salir a las calles con la periodista Gladis Egües debe armarse de toda la paciencia que le sea posible, pues es raro caminar una cuadra sin ser interrumpida. Algunos la felicitan por el tema tratado en su programa de los lunes en la revista Hola Habana, y otros le piden un consejo del vestir, y es que esta mujer de andar lento, elegante de hablar pausado tiene ese don de saber dialogar, de comunicarse con un solo objetivo, que sepamos vestir con lo que tenemos, que seamos correctos en las maneras de expresar pues según ella ser educado es lo más hermoso y eso se puede adquirir en cualquier etapa de la vida.
Tal vez algunos la recuerden o tal vez otros no lo sepan, por la década de los 60 del pasado siglo la letra de una canción que le daría la vuelta al mundo como parte del pentagrama musical de la orquesta Aragón diría su existencia. “Gladys, Gladys, felicidades….” Eran sus quince años y su padre Richard, el flautista de la Aragón compondría la canción, clásico de esa agrupación. Años después estudiaría periodismo y trabajaría en la revista Mujeres donde se especializó en temas del vestir, y hoy con muchos años de labor tiene publicados libros que como “Mildeas”, en cuyas páginas encontrará sugerencias de temas como decoración, vestuario, tratamiento de belleza, higiene y salud entre otros.
Esta mujer que hoy imparte conferencias en los más disímiles lugares como puede ser un museo, un sitio penitenciario o en algún lugar en el extranjero, desde muy joven se incorporó a todo lo que pudiera empujar por el bien a nuestra sociedad.
Hoy cuando lleva muchos años de labor si usted le pregunta cómo quiere que la recuerden, podría reírse “sólo quiero que escuchen buena música por mí y que me recuerden como una buena persona”. Pero quienes la conocen pudieran agregar, también como un ser de carne y hueso que muchas veces perdió la cartera, que olvidaba los espejuelos y delante de la que no podía decirse no tengo, pues ella enseguida trataba de suplir esa ausencia. |