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Asamblea Constituyente de Guáimaro  
  Miozotis Fabelo Pinares
Miozotis Fabelo Pinares
Corresponsal de Radio Rebelde

Guáimaro: raíces de la democracia
9 de Abril del 2009, 9:24 a.m.

Guáimaro, Cuba.-  “En este pueblito sagrado de Cuba”  - al decir de José Martí -nació la República, y la primera de las Constituciones mambisas.

Meses después de iniciada la Revolución del 10 de Octubre de 1868, se reúnen en Guáimaro los patriotas, como cuenta en una de sus crónicas José Martí: “Guáimaro libre nunca estuvo más hermoso que en los días en que iba entrar en la gloria y en el sacrificio. Era mañana y feria de almas Guáimaro… La calle era cabalgata…”
 
Es el 10 de abril de 1869. Los patriotas se reúnen en la casa de José María García. Ignacio Agramonte está emocionado: aquella obra en gran parte es suya. Por la tarde, junto con Antonio Zambrana presenta la ley política fundamental que aprobarán los cubanos.

Y así repasa la historia Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente del Parlamento Cubano: “Aquí se dio, por primera vez, la expresión más alta de lo que serían los principios fundamentales: pelear hasta el final por la independencia absoluta del país, y la igualdad entre los seres humanos; la idea de la justicia social llevada realmente a la práctica con la abolición completa de la esclavitud y con el ejercicio de derechos civiles y políticos iguales  para  todos los hombres, independientemente del color de su piel y de su origen social.”

En la Asamblea de Guáimaro se discute además, cuál será la bandera nacional y aunque las discrepancias son muchas, se conviene en la necesidad de adoptar una sola: “El pabellón nuevo de Yara cedía, por la antigüedad y la historia, al pabellón saneado, por la muerte, de Narciso López y de Joaquín de Agüero…”

Por aclamación unánime, después de elegir, a propuesta de Ignacio Agramonte,  la bandera que había enarbolado Narciso López, la primera por la que se derramó sangre cubana, se acordó que la bandera de Carlos Manuel de Céspedes permaneciera al lado de aquella en la sala de sesiones, acuerdo que hasta hoy se cumple en el Parlamento Cubano.

El 12 de abril de 1869, concluye la Asamblea de Guáimaro con la aprobación de la Constitución y la formación del primer gobierno cubano, encabezado por Carlos Manuel de Céspedes, ocasión en la que juramenta: “Cuba ha contraído en el acto de empeñar su lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda; en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana”.

“Este doble compromiso, contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es  más, ante la propia conciencia, significa la resolución de ser heroicos y virtuosos”.

Dos  días después, o sea, el 14 de abril, animada por Ignacio Mora, Moralitos y  Antonio Zambrana; Ana Betancourt, presenta una petición a la Cámara de Representantes, leída por Ignacio Agramonte, y en la que pide que “tan pronto como estuviese establecida la República concediese a las mujeres los derechos de que en justicia eran acreedoras…”

“Y al caer la noche, -cuenta Martí en su  crónica por el 10 de Abril de 1869- cuando el entusiasmo no cabe en las casas, en la plaza es la cita y una mesa la tribuna. Todo amor y fuerza es la palabra. Se aspira a lo mayor, y se sienten bríos para asegurarlo. La elocuencia es arenga y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana…”

  Ana Betancourt

Por primera vez se alza la voz de la mujer cubana, adelantada a su siglo, para reclamar sus derechos: “Ciudadanos: la mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora hermosa, en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas.”

“Aquí todo era esclavo; la cuna, el color y el sexo.  Vosotros queréis destruir la esclavitud  de  la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer”

Guáimaro entra en la historia de la Patria y Cuba, en los anales de la democracia en el mundo, al decir de Ricardo Alarcón de Quesada: 

“Los principios que recoge el texto de Guáimaro, no estaban  en ninguna otra Constitución; no estaban en las de Europa, ni en la Constitución de Filadelfia, de las antiguas Trece Colonias de los Estados Unidos, que consagraba la esclavitud. Nosotros los cubanos, podemos sentir legítimo orgullo al afirmar que aquí a nosotros nadie nos puede dar lecciones de democracia; que aquí en Cuba, es donde muchos tendrían que aprender qué cosa es la democracia y lo que cuesta conquistar  la verdadera sociedad en que el Gobierno ejerce la autoridad y en que el pueblo es el que tiene el poder.”

Carlos Manuel de Céspedes, se convierte en el primer Presidente de la República en Armas, cuando apenas faltan cuatro días para que cumpla 50 años. Ya sobresale como estadista y se desempeña en el cargo por espacio de cuatro años y medio.

Guáimaro entra en la historia de Cuba, con la aprobación de la Constitución más revolucionaria de su época, pues fue, en su momento, la más avanzada de todo el mundo conocido.…

  Monumento a Ana Betancourt en Guáimaro

Guáimaro dio lecciones de democracia al mundo: allí se reconoció la igualdad, no sólo formal, sino de derechos civiles y políticos, de todos los cubanos.

Horas de heroica virtud vivió Guáimaro en abril de 1869; pero un mes después se ordena, salvar del enemigo, por el fuego, al pueblo sagrado: “ni las madres lloraron, ni los hombres vacilaron, ni el flojo se puso a ver cómo caían aquellos cedros y caobas. Con sus manos prendieron la corona de hogueras a la santa ciudad y cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo el sacrificio. Ardía, rugía, silbaba el fuego grande y puro. En la casa de la Constitución ardía más alto y bello. ¡Guáimaro nunca fue más libre!”
  
Los nombres de Guáimaro y de Carlos Manuel de Céspedes están indisolublemente unidos en la gloria y en la memoria, porque marcan las raíces de la democracia en Cuba.

   
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