La Habana, Cuba.- Los primeros meses del año 1959 fueron muy convulsos para el país. La implementación de las medidas revolucionarias y la presión internacional eran noticias diarias, pero el 17 de julio, un titular estremeció al país. Este día, en la primera plana del periódico Revolución apareció lo siguiente titular: “Fidel renuncia”.

El pueblo no podía entender los motivos de la renuncia al cargo de Primer Ministro del Comandante en Jefe. Tras la sorpresa vino la parálisis. Los sindicatos obreros anunciaron que suspenderían sus actividades. Fue necesaria la intervención de dirigentes revolucionarios para hacer un llamado a la calma y la tranquilidad ciudadana.

En las paredes, en los ómnibus, en todas partes, empezaron a aparecer grandes letreros pintados a mano: “No renuncies, Fidel”. Se anunció su presentación en radio y televisión en horas del mediodía, pero el Primer Ministro no habló.

Empezaron a llegar pronunciamientos y telegramas de adhesión. Los grupos se convirtieron en manifestaciones que recorrían las calles llevando los colores negro y rojo del Movimiento 26 de Julio.

Al atardecer toda La Habana estaba movilizada. Aún no existía ninguna explicación oficial de la renuncia, pero ya se mencionaba con suspicacia el nombre de Manuel Urrutia, el juez que había llegado a la presidencia de la República en recompensa por haberse negado a condenar rebeldes encarcelados por Batista.

Urrutia se apresuró a declarar ante una multitud reunida frente al Palacio de la Presidencia: Lo que deben hacer ustedes es pedir al doctor Fidel Castro que no renuncie, porque él es el único que no puede renunciar, ya que fue quien dirigió la liberación de Cuba y es el responsable del éxito de la Revolución.

La declaración no le sirvió de nada. “Eso es estar engañando al pueblo con actitudes demagógicas”, diría Fidel horas más tarde.

Al anochecer, la agitación había crecido, aunque sin incidentes. Pasadas las siete de la noche Fidel Castro llegó a CMQ, para hablar ante el improvisado panel de periodistas que lo interrogaban.

Cuba no tardó en conocer la explicación del enigma: “He renunciado —dijo Fidel— porque me es imposible continuar ejerciendo el cargo en vista de las dificultades surgidas con el señor presidente de la República.”

La exposición de cargos que hizo contra Manuel Urrutia fue minuciosa. No dejó clavos sueltos. Tras aclarar que las discrepancias no eran de tipo ideológico, sino de orden moral, el Comandante en Jefe  afirmó que el Presidente demoraba deliberadamente sancionar las leyes revolucionarias:

“En un principio las leyes aprobadas en el Consejo de Ministros eran inmediatamente aprobadas por el Presidente de la República y no tardaban en aparecer en la Gaceta Oficial (...) Pero ahora habíamos llegado al extremo de que en estos momentos todas las leyes estaban prácticamente paralizadas, ninguna ley podía pasar a la Gaceta Oficial porque necesitaba la firma del Presidente.”

Pero Urrutia iba un poco más lejos. Periodistas cubanos lo acusaban de haberse comprado una casa de 40.000 dólares. Desafortunadamente para él, era cierto. La había comprado con sus sueldos de Presidente y con las retroactividades cobradas como juez en la época de Batista, pero aun así —afirmó el Primer Ministro— eso “rayaba un poco en la falta de tacto, hasta era un poco inmoral.”

Afuera, ante el estudio de TV, ante el Palacio Presidencial, fuertemente custodiado, la multitud comenzó a pedir a gritos la renuncia de Urrutia. Mientras Fidel hablaba, mucha gente se preguntaba cuál sería la actitud que este asumiría. Y esa misma interrogante le lanzaron los periodistas al Comandante.

“Esa es cosa de él —respondió—. Que forme nuevo gabinete, si encuentra gente que lo apoye. Que se quede, que se vaya, que gobierne o que no gobierne. No es cosa mía. Yo no puedo imponerle nada. No puedo derrocarlo. Tampoco puedo seguir con él. Por eso renuncio.”

Los periodistas presentes interrogaron al Fidel sobre su status a partir de ese momento y él les explicó que el cargo de Comandante se lo había ganado en la Sierra Maestra.

Pasado un rato llegaron noticias del Palacio, las mismas informaban de la renuncia del Presidente. Después de seis meses y diecisiete días de mandato, Manuel Urrutia dejaba el cargo por no entender el camino de la Revolución y por mantener una actitud pública francamente reaccionaria y anticomunista, que se sumaba a la insidiosa propaganda del imperialismo, dirigida a confundir y dividir al pueblo.

El propio Fidel repitió varias veces: “Yo, hubiera preferido que esto no pasara, pero no había más remedio.”

Entretanto, el Consejo de Ministros reunido en sesión permanente, había designado nuevo Presidente al Dr. Osvaldo Dorticós, el cual se desempeñaba como Presidente del Colegio de Abogados de Cuba y Ministro de Leyes Revolucionarias. Al saber de la designación Fidel comentó: “Ahora no habrá problemas con la firma de las leyes ya que es él mismo quien las ha redactado.”

El Consejo de Ministros rechazó la renuncia de Fidel, pero este no retorna al cargo hasta el 26 de julio, en el acto en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, allí el máximo líder  acepta regresar a la jefatura del gobierno ante la alegría general del pueblo.