No tendrán jamás a Cuba
Granma
Junio 18 del 2007, 9:00am
Espero
que nadie diga que arremeto gratuitamente contra Bush.
Comprenderán sin dudas mis razones para criticar
duramente su política.
Robert Woodward es un periodista y escritor norteamericano
que se hizo famoso por la serie de artículos
publicados en el Washington Post suscritos por él
y Carl Bernstein, y que finalmente condujeron a la
investigación y renuncia de Nixon. Es autor
y coautor de diez best-sellers. Con su temible pluma
se las arregla para arrancar confesiones del entrevistado.
En su libro Estado de Negación, afirma que
el 18 de junio del 2003, a tres meses de iniciada
la guerra de Iraq, saliendo de su despacho en la Casa
Blanca después de una importante reunión,
Bush da unas palmaditas en el hombro de Jay Garner,
y le dice:
—"Oye, Jay, ¿quieres hacer lo de
Irán?
—"Señor, ya los chicos y yo hablamos
sobre el tema y queremos esperar por Cuba. Pensamos
que el ron y los tabacos son mejores. Las mujeres
son más bellas."
Bush respondió: "Lo tendrás. Tendrás
a Cuba."
A Bush lo traicionó el subconsciente. Era lo
que pensaba desde que declaró lo que debían
esperar decenas de oscuros rincones donde Cuba ocupa
un lugar especial.
Garner, un general de tres estrellas recién
retirado al que había nombrado Jefe de la Oficina
de Planificación para la Posguerra en Iraq,
creada por una Directiva Presidencial de Seguridad
Nacional secreta, era considerado por Bush un hombre
excepcional para llevar a cabo su estrategia bélica.
Designado para el cargo el 20 de enero del 2003, fue
sustituido el 11 de mayo de ese mismo año a
instancias de Rumsfeld. No tuvo el valor de explicarle
a Bush sus fuertes discrepancias sobre la estrategia
seguida en Iraq. Pensaba en otra con idéntico
propósito. En las últimas semanas miles
de infantes de marina y un grupo de portaaviones norteamericanos,
con sus fuerzas navales de apoyo, han estado maniobrando
en el Golfo Pérsico a pocas millas del territorio
iraní, en espera de órdenes.
Nuestro pueblo está a punto de cumplir 50 años
de cruel bloqueo; miles de sus hijos han muerto o
han sido mutilados como consecuencia de la guerra
sucia contra Cuba, único país del mundo
al que se aplica una Ley de Ajuste que premia la emigración
ilegal, otra causa de muerte de ciudadanos cubanos,
incluidos mujeres y niños; perdió hace
más de 15 años sus principales mercados
y fuentes de suministro de alimentos, energía,
maquinarias, materias primas, financiamientos a largo
plazo y bajo interés.
Primero cayó el campo socialista y casi de
inmediato la URSS, desgajada pedazo a pedazo. El imperio
arreció e internacionalizó el bloqueo;
las proteínas y calorías, bastante bien
distribuidas a pesar de nuestras deficiencias, se
redujeron aproximadamente un 40 por ciento; vinieron
enfermedades como la neuritis óptica y otras;
la escasez de medicamentos, igualmente bloqueados,
se generalizó: solo como obra caritativa podían
entrar, para desmoralizarnos; estos, a su vez, se
convertían en fuente de compraventa y negocios
ilícitos.
Sobrevino inevitablemente el período especial,
que fue la suma de todas las consecuencias de la agresión
y las medidas desesperadas que nos obligó a
tomar, potenciado el conjunto de acciones nocivas
por el colosal aparato publicitario del imperio. Todos
esperaban, unos con tristeza, otros con júbilo
oligárquico, el derrumbe de la Revolución
cubana.
Mucho daño hizo a la conciencia social el acceso
a las divisas convertibles, en mayor o menor volumen,
por las desigualdades y debilidades ideológicas
que creó.
A lo largo de toda su vida la Revolución instruyó
al pueblo, formó cientos de miles de maestros,
médicos, científicos, intelectuales,
artistas, informáticos y otros profesionales
universitarios y posgraduados en decenas de carreras.
Esa riqueza atesorada permitió reducir la mortalidad
infantil a mínimos no imaginables en un país
del Tercer Mundo y elevar las perspectivas de vida
y el promedio de conocimiento de la población
a niveles de noveno grado.
La Revolución Bolivariana de Venezuela, al
ofrecer a Cuba petróleo con facilidades de
pago cuando el precio de este subía vertiginosamente,
significó un alivio importante y abrió
nuevas posibilidades, ya que nuestro país comenzaba
a producir su propia energía en cifras crecientes.
Desde años antes, el imperio, preocupado por
sus intereses en ese país, ya tenía
planeado liquidar aquella revolución, lo que
intentó en abril del 2002 e intentará
de nuevo cuantas veces pueda, para lo cual preparan
su resistencia los revolucionarios bolivarianos.
Mientras tanto, Bush arreció sus planes de
ocupar Cuba, al extremo de proclamar leyes y un gobierno
interventor para instalar una administración
imperial directa.
A partir de los privilegios concedidos a Estados Unidos
en Bretton Woods y la estafa de Nixon al eliminar
el patrón oro que ponía límite
a la emisión de billetes, el imperio ha comprado
y pagado con papeles decenas de millones de millones
de dólares, cifras de más de doce guarismos.
Con ello ha mantenido su insostenible economía.
Gran parte de las reservas mundiales en divisas están
constituidas por bonos de la Tesorería y billetes
norteamericanos. Por ello, muchos no desean una crisis
del dólar como la de 1929, que convertiría
en agua esos papeles. El valor en oro de un dólar
es hoy, por lo menos, dieciocho veces menor que el
que tenía en los años de Nixon. Lo mismo
ocurre con el valor de las reservas en esa moneda.
Esos papeles han sostenido su escaso valor actual
sobre la base de que con ellos se pueden adquirir
fabulosas cantidades de armas modernas, cada vez más
caras, que nada producen. Estados Unidos exporta más
armas que el resto del mundo. Con esos mismos papeles
el imperio desarrolló los más sofisticados
y mortíferos sistemas de armas de destrucción
masiva, con las que sostiene su tiranía mundial.
Tal poder le permite imponer la idea de convertir
los alimentos en combustibles y hacer trizas cualquier
iniciativa y compromiso para evitar el calentamiento
global, que se acelera visiblemente.
Hambre y sed, ciclones más violentos e invasiones
del mar es lo que sufrirán tirios y troyanos,
como frutos de la política imperial. El respiro
para la humanidad, que ofreciera una esperanza a la
supervivencia de la especie, está en un drástico
ahorro de energía, de lo cual no se preocupa
en absoluto la sociedad consumista de los países
ricos.
Cuba continuará desarrollando y perfeccionando
la capacidad combativa de su pueblo, incluida nuestra
modesta pero activa y eficiente industria de armas
defensivas, que multiplica la capacidad de enfrentar
al invasor dondequiera que se encuentre, posea las
armas que posea. Continuaremos adquiriendo el material
necesario y las bocas de fuego pertinentes, aunque
no creciera el famoso Producto Interno Bruto del capitalismo,
que tantas cosas incluye, como el valor de las privatizaciones,
las drogas, los servicios sexuales, la publicidad,
y tantas excluye, como los servicios de educación
y salud gratuitos para todos los ciudadanos.
De un año para otro el nivel de vida puede
elevarse si se incrementan los conocimientos, la autoestima
y la dignidad de un pueblo. Basta con que el despilfarro
se reduzca y la economía crece. A pesar de
todo, iremos creciendo lo necesario y lo posible.
"La libertad cuesta muy cara, y es necesario,
o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla
por su precio", dijo Martí.
"Quien intente apropiarse de Cuba recogerá
el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece
en la lucha", proclamó Maceo.
¡No somos los primeros revolucionarios en pensar
así! ¡Y no seremos los últimos!
Un hombre puede ser comprado, nunca un pueblo.
Durante muchos años pude sobrevivir, por azar,
a la máquina de matar del imperio. Pronto se
cumplirá un año desde que me enfermé
y, cuando estaba entre la vida y la muerte, expresé
en la Proclama del 31 de julio del 2006: "No
albergo la menor duda de que nuestro pueblo y nuestra
Revolución lucharán hasta la última
gota de sangre."
¡No lo dude usted tampoco, señor Bush!
¡Le aseguro que no tendrán jamás
a Cuba!
Fidel Castro Ruz
17 de junio del 2007
2:03 p.m.