Por: Alejandro Cosme Quiñones.
En el tejido de la vida, hay un hilo que nunca se rompe, una presencia que atraviesa cada capítulo y cada instante de nuestra existencia: mamá.
Desde el primer llanto hasta el último suspiro, ella es abrigo, guía, fortaleza. Es quien entiende sin palabras, quien siempre está, sin importar la distancia o los años que pasen.
Madre es sinónimo de sacrificio. Es quien despierta antes que el sol y duerme mucho después de la luna. Teje historias con paciencia, llena el hogar de ternura y deja en cada abrazo un amor que jamás se desgasta.
Su corazón no razona; perdona y ama. Su amor es eterno y no tiene precio. No hay tiempo suficiente para agradecerle, ni palabras que alcancen para describir lo que es ser madre. Porque ser mamá no es solo traer vida al mundo, sino ser la raíz que sostiene y las alas que enseñan a volar.
La recordamos, la celebramos, la abrazamos. Y aunque los años avancen, aunque el tiempo nos lleve por caminos distintos, siempre hallaremos en su mirada el hogar más puro.
Porque una madre no es solo un amor, es un universo que nos forma y nos acompaña para siempre.
Sin duda alguna, el mejor regalo para usted se resume cada mañana en una palabra de cuatro letras: MAMÁ.