El aniversario 67 del asesinato del periodista ecuatoriano Carlos Bastidas Arguello, por la dictadura batistiana, se recordó en La Habana, con un acto que tuvo por sede el Panteón de los Veteranos de la Guerra de Independencia, en la Necrópolis de Colón donde reposan sus restos mortales.
Tubal Paez Hernández, presidente de Honor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) encabezó el homenaje, al que asistieron también Juvenal Balán, Premio José Martí por la Obra de la Vida; los también corresponsales de guerra Miguel Fernández y Milton Díaz Cánter -este último presidente de ese círculo de la UPEC- la destacada colega y escritora Ángela Oramas y la joven especialista de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU) Liliam Oramas.
Tras depositar la ofrenda floral en el nicho de Bastidas, Tubal afirmó: “pocas palabras pueden describir hechos grandes”, pero acotó: “lo más duro sería el silencio”, cosa que no merecen Bastidas ni los otros combatientes de diversas áreas que honran, y son honrados en el Panteón.
Carlos Bastidas Argüello, fue el último periodista asesinado por la dictadura batistiana, tras el regreso de la Sierra Maestra y de sostener un encuentro con el Comandante en Jefe, Fidel Castro, fue brutalmente ultimado en La Habana el 13 de mayo de 1958.
Bastidas Argüello llegó a Cuba en 1958, logró ascender la Sierra Maestra, y establecer contacto con las fuerzas del Ejército Rebelde, e incluso sostener un encuentro con Fidel. Fue colaborador de las primeras emisiones en onda corta de Radio Rebelde, y con el seudónimo de Atahualpa Recio, se comunicó con el pueblo cubano identificado con la lucha del Movimiento 26 de Julio.

Tenía entonces sólo 23 años de edad, pero ya contaba con un aval periodístico importante. Había reportado para distintos periódicos en Ecuador los sucesos de Hungría en 1956 y las caídas de las dictaduras de Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia, y de Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela.
Bastidas retornó a La Habana el 11 de mayo, con el propósito de viajar tres días después a Estados Unidos donde pensaba denunciar los crímenes de la aviación de Batista contra comunidades rurales. Se alojó en un hotel cercano al Paseo del Prado, visitó el Colegio Provincial de Periodistas de La Habana, y estuvo en la embajada ecuatoriana en la capital, donde entregó al entonces embajador Virgilio Chiriboga los rollos con las fotos que había tomado en la Sierra Maestra, entre otros documentos.
En la noche del 13 de mayo, víspera de su partida, se dirigió a un bar situado en la Avenida del Prado, entre Virtudes y Neptuno, donde debía recoger algunas cartas de militantes del 26 de julio para llevarlas a exiliados cubanos en Estados Unidos.
Mientras aguardaba, sentado dentro del local, un agente secreto de Batista, al servicio de Pilar García, jefe de la Policía Nacional, comenzó a injuriar al periodista ecuatoriano y después a golpearlo. A continuación, sacó su revólver y le disparó a mansalva un tiro en la cabeza que lo mató al instante.
De ese brutal asesinato hace 67 años no se publicó una línea en la prensa de la época, sometida a la más férrea censura. El cuerpo sin vida de Carlos Bastidas fue llevado al necrocomio por órdenes de la policía.
El colegio de Periodistas de La Habana supo de lo ocurrido y logró, tras muchos tropiezos, que tres días después le entregaran el cadáver, que fue velado en la funeraria de Calzada y K, sepultado al día siguiente en el panteón de los periodistas en el Cementerio de Colón.
