Por: Alejandro Cosme Quiñones.
Ciego de Ávila despierta cada amanecer con el impulso del 26 en el pecho. No hay jornada que pase sin que su gente sienta que el tiempo apremia, que la cuenta regresiva hacia el acto nacional por el Día de la Rebeldía Nacional no es solo un calendario tachado, sino un compromiso vivo con la historia, el presente y el porvenir.
Desde que se anunció que esta provincia sería sede de las celebraciones centrales, el alma avileña se ha encendido con fuerza renovada. Calles limpias, murales que florecen en colores patrios, parques revitalizados y una programación cultural que late al ritmo de su pueblo. Cada rincón respira orgullo y preparación, porque en Ciego de Ávila el 26 no se espera, se construye, se trabaja, se celebra.
Los centros laborales intensifican su empeño, los jóvenes suman voluntades en tareas comunitarias y las instituciones culturales ensayan sin descanso. La ciudad ha sabido unir la cotidianidad con el homenaje, la rutina con la celebración. Todo palpita con un sentido de pertenencia que conmueve, no se trata solo de recibir el acto, sino de merecerlo.
Y es que en este 26 de Julio que se acerca, la historia se viste de presente. Hay un mismo ritmo en la música de los ensayos, en la marcha de los obreros, en los aplausos de los barrios. Un latido avileño que no cede, que no se detiene, que no pierde un día.
Ciego está en 26. Y lo está con alma entera.


