Intercambian combatientes de las FAR con asaltante del Moncada y expedicionario del Granma

Como parte de las actividades por el aniversario 72 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cadetes y trabajadores civiles de la institución armada sostuvieron un intercambio con uno de los participante en la gesta moncadista y también con uno de los expedicionarios del yate Granma.

Jóvenes del Instituto Técnico Militar José Marti Orden Antonio Maceo Orden Carlos J. Finlay, intercambiaron con Ramon Pez Ferro,quien formó parte de la veintena de revolucionarios que, bajo el mando de Abel Santamaria Cuadrado, tomaron el Hospital Civil Saturnino Lora de Santiago de Cuba el 26 de julio de 1953 en apoyo al asalto al Cuartel Moncada.

Los combatientes de las FAR conocieron que Pez Ferro, con solamente 19 años partió a cumplir su compromiso con la Patria. Fue el único sobreviviente de los jóvenes revolucionarios participantes de aquella acción .

Recordó el combatiente moncadista que pudo salvar su vida gracias al veterano de la Guerra de Independencia Tomás Sánchez,que se había operado de una hernia, quien dijo que Pez Ferro era su nieto.

Fue así que cuando llegaron los guardias, buscando y registrando por todas partes, no se fijaron en el muchacho artemiseño. Fue cuando el viejo patriota llamó al jefe de la patrulla y le pidió que sacara a su nieto de allí, que lo había cuidado durante la noche y ahora la mamá debía estar muy preocupada. Y el militar le respondió que la familia de los veteranos no tenía problemas, que él lo iba a sacar.

De forma casual, Ramón Pez Ferro supo el nombre de su salvador. “En las camas de los hospitales las historias clínicas se ponían en una tablilla en la cabecera. Al sentarme a su lado, leí su nombre, nunca lo olvidé”, aseveró el único de los moncadistas que sobrevivió al asalto del antiguo hospital civil Saturnino Lora.

También en otra jornada de emoción y respeto, jóvenes de la Logística de las FAR visitaron al combatiente Gilberto García Alonso, uno de los 82 expedicionarios del yate Granma, quien les expreso el deseo de una Patria mejor y el valor para empuñar las armas eran, para él, como herencias de familia, porque “mi abuelo fue mambí y tenía una bala en la rodilla. Desde niño, le preguntaba por qué cojeaba, y me explicaba la situación del país y los cambios que anhelaba”.

Recordó los días en el país de los aztecas antes de salir hacia la Mayor de las Antillas en un yate colmado de coraje.

Lo más importante fue la confianza en salir, llegar y triunfar. Durante las últimas jornadas, nos preparamos, sobre todo, en el tiro. La noche que partimos de Tuxpan había un mal tiempo. Ocupamos nuestros lugares en el barco. Yo me acomodé en un rinconcito. Éramos 82 hombres, más 12 barriles de combustible de 55 galones, 13 sacos de naranjas, las armas, los uniformes, las botas.

Las condiciones del clima nos beneficiaron, pero solo al inicio, porque en el puesto de la Marina, que controlaba el paso de los barcos, casi no había vigilancia. Se suponía que nadie sería tan “loco” como para salir en aquellas circunstancias y menos en una embarcación de madera tan pequeña.

“Lo más difícil de mi vida ha sido enfrentar al mar, con olas de hasta seis y siete metros de altura.

El baño se tupió por el vómito de los compañeros, un motor fallaba, el agua entraba… Pensé que nos hundiríamos. Durante cuatro de los siete días, estuvimos bajo una tormenta. A veces, me sentía un poco nervioso, porque ni siquiera sabía nadar, hasta que llegamos al mangle, el 2 de diciembre. “Con esfuerzo, salimos de aquel terreno pantanoso. Luego, el ejército atrás de nosotros, la aviación… Así hasta Alegría de Pío.

Ambos encuentros representan un sentido homenaje a quienes representan la firmeza, el compromiso y el amor por la Patria.

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