Tainan, China Taipéi–. Como testigo de la travesía del equipo Cuba de béisbol Sub-12 años, no puedo más que destacar la alegría desbordante y la combatividad de estos pequeños gigantes, quienes, a pesar de los obstáculos, dejaron el alma en el terreno y nos brindaron lesiones de pasión por este juego y entrega entre lágrimas y risas.
Desde el primer día los nuestros enfrentaron un desafío titánico. El calendario los obligó a medirse consecutivamente contra las tres mejores selecciones del grupo A, auténticas potencias de este deporte: China Taipéi, Japón y México.
El viaje hasta esta ciudad fue extenuante, más de 40 horas, con escalas en Panamá y Ámsterdam, dejaron a los niños exhaustos y con poco tiempo para adaptarse al brusco cambio horario. No obstante, cuando los vi saltar al terreno para su debut con los anfitriones, intentaron mostrar lo mejor de sus raíces con coros, bailes, tambores, pero el jet lag estaba ahí como otro adversario junto al fuerte equipo de Taipéi.
Lo que más me marcó no fue el resultado, sino la actitud de los muchachos para revertir un inicio adverso. En el dugout se animaban unos a otros, esa actitud nos contagió a todos, incluso como periodista fui más allá cuando los vi afligidos, eufóricos, apartados, callados, y hasta un poco revoltosos. Es difícil no verlos como hijos, sentir que lejos de casa necesitan apoyo y orientación, algo que muy bien hacen los entrenadores de esta categoría, sobre los cuales creció mi admiración.

A pesar de tres derrotas iniciales que desvanecieron sus opciones de avanzar a la súper ronda, los cubanos dieron una demostración de que hay talento, garra y una tradición viva que necesitan, como buena semilla, más competiciones y enfrentarse a rivales superiores para germinar.
Ganaron sus últimos 5 juegos y culminaron con una contundente victoria ante Sudáfrica de 20 anotaciones por 0.
En el terreno, sus risas y abrazos transformaron cada jugada en una fiesta. Esa combatividad, esa capacidad de levantarse tras cada tropiezo, merece todo el reconocimiento.
Para llegar a un Mundial, primero hay que clasificar y todos conocemos el alto nivel del béisbol en América. Me quedo con la garra y el deseo de defender esas “cuatro letras” que llevaron en el pecho.

El equipo Cuba de la categoría Sub-12 años no regresará con medallas, pero llevará a casa algo más valioso: la promesa de un futuro brillante. Sean García y sus compañeros son la prueba de que, en nuestro país el béisbol sigue latiendo con fuerza.
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