A las 8:15 de la mañana, el avión Enola Gay lanza la primera bomba atómica de la historia sobre la población civil en Hiroshima. Estalla a 500 metros del suelo, no lo hace sobre un puente, pues erraron en los cálculos y volatilizó un hospital. Los japoneses la llamarán pika-don Pika: un fogonazo deslumbrante. ¡Don!
Una explosión, equivalente a 13 mil toneladas de trinitrotoluene, generó una bola de fuego de un millón de grados centígrados. El copiloto de la aeronave exclamo al contemplar el hongo: ¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho?
Cada seis de agosto, el mundo conmemora con igual espíritu de luto, tristeza e indignación el día de 1945 que un bombardero norteamericano lanzara la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroschima donde perdieron la vida cientos de miles de personas. Cada agosto vuelven los recuerdos y el pesar por aquellos que no volvieron de la muerte.
La detonación de la bomba apodada Little Boy, lanzada por el bombardero Enola Gay, creó una explosión equivalente a 16 kilotones.
Sin límite para el odio a la humanidad en la despejada mañana del 6 de agosto, la primera bomba atómica arrasó más del 60 por ciento de esa ciudad asiática; también 70 mil residentes murieron instantáneamente en un calor abrasador y otros 100 mil fallecieron durante los cinco años siguientes por lesiones relacionadas con las bombas.
Tres días después, una segunda bomba atómica sobre Nagasaki, lo que desembocó en la rendición de Japón el 15 de agosto y se puso fin a la Segunda Guerra Mundial.


Fotos: EFE.
Un sitio web consultado recoge en sus párrafos la tragedia: “Ni Eatherly ni sus compañeros de misión son plenamente conscientes de su obra. Se han limitado a cumplir órdenes. Pero nadie los había preparado para asumir las consecuencias: 70mil muertos y 130mil heridos”.
“Los testigos dicen que toda la ciudad hiede a fritura de calamar, pero no es un banquete, sino una inmensa barbacoa humana. Las mujeres que llevaban vestidos estampados tienen ahora un arabesco tatuado en la piel. Los hombres que llevaban reloj lo tienen soldado al hueso de la muñeca”
“Miles de supervivientes deambulan por las calles en estado de choque. Los llaman los “caimanes”. Tienen quemaduras en el 95 por ciento del cuerpo. Algunos se arrastran sobre muñones. Muchos no tienen ojos. Y el hueco donde estaban sus bocas es incapaz de articular sonidos”.
“No gritan. Emiten un murmullo como de cigarras. La septicemia acabará con ellos en cuestión de días. La radiactividad, de la que todavía se sabe poco, lo hará en cuestión de semanas, meses, años”.


Fotos: @Arin_Yumi/X.
Paul Tibbets fue el piloto del Enola Gay, el avión que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. Claude Eatherly, esa madrugada, estaba al mando del Straight Flush, una nave meteorológica, que en la vanguardia de la misión, determinaba las condiciones del tiempo y de visibilidad que hicieran posible el lanzamiento.
A ocho décadas de aquellos acontecimientos, aún se recuerda el sacrificio de los inocentes, y los amantes de la paz ruegan por sus almas.
Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki fueron dos ataques nucleares ordenados por el gobierno de los Estados Unidos, bajo la presidencia de Harry S. Truman, a quienes la humanidad reconoce como enemigos de la vida, que no merecen ni el perdón ni el olvido.