El despliegue de militares estadounidenses, principalmente infantes de marina, acompañados de buques de guerra, aviones y un submarino nuclear, ha generado preocupación en América Latina y el mundo.
Las fuerzas se encuentran muy cerca del límite del mar territorial venezolano. Este movimiento, presentado como una medida para «combatir el narcotráfico», permite a ee. uu. establecer control del tráfico marítimo y aéreo sobre el arco suroriental del mar Caribe.
El Gobierno venezolano denunció la operación como una amenaza directa a su soberanía, rechazándola enérgicamente y preparándose para enfrentarla.
«Nuestros mares, nuestro cielo y nuestras tierras las defendemos nosotros, las liberamos nosotros, las vigilamos y las patrullamos nosotros, ningún imperio va a venir a tocar suelo sagrado de Venezuela», aseveró el presidente Nicolás Maduro, en una reunión de trabajo con gobernadores y alcaldes del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar.
Recordemos que en 2020, la administración Trump acusó al Jefe de Estado venezolano de narcotráfico, y en un alarde de entelequia, se inventó un tal Cartel de los Soles, al estilo de las peores telenovelas de narcos.
Aquellos planes intervencionistas, en los que el actual secretario de Estado de ee. uu., Marco Rubio, tuvo un destacado papel, terminaron en un sonado fracaso. Al parecer, ahora quieren repetir el fiasco.
No es para tomárselo a la ligera, aunque la actual amenaza forma parte de la guerra sicológica: el hegemón se siente retado por potencias que proponen un nuevo orden mundial, multipolar y solidario. Esa manera de ver el mundo le es ajena, y la aprecian como una amenaza.
Ante la fortaleza que significan los Brics en el orden económico, sobre todo la alianza China, Rusia y la India, con recursos energéticos garantizados, poseer Venezuela es percibido por ee. uu. como algo vital para su supervivencia como imperio.
(Fuente: Granma)