Realengo 18, un hito de la lucha campesina cubana

Realengo 18, un hito de la lucha campesina cubana

Por: Argentina Alcántara Rodríguez

Los sucesos del Realengo 18, en la zona más oriental de Cuba, marcaron un hito dentro de la lucha campesina, el 11 de noviembre de 1934. Bajo el lema «¡Tierra o sangre!», liderados por la figura de Lino Álvarez, los campesinos lograron una victoria significativa.

Ese día, ante la masiva movilización popular, se firmó una tregua con los «montunos», obligando a las compañías a renunciar, al menos por el momento, a su agresiva política de desalojos. De esa manera, consiguieron que el entonces gobierno de Carlos Mendieta, así como las élites nacionales y compañías extranjeras con intereses en la región, detuvieran temporalmente sus prácticas de despojo y las arbitrariedades cometidas contra los habitantes del campo.

Este triunfo, si bien parcial, fue la culminación de meses de esfuerzo incesante por parte de una comunidad campesina que habitaba un territorio que el destacado intelectual y periodista Pablo de la Torriente Brau describiera como «otro país», al referirse a su paisaje distintivo, tradiciones arraigadas y temprana rebeldía nacional.

La raíz del conflicto se remonta a 1905, cuando la riqueza forestal del Realengo 18 atrajo la avaricia de empresarios estadounidenses y cubanos. Su plan era talar la valiosa madera para dar paso a cultivos de caña, destinados a nuevas empresas privadas.

Fueron apareciendo así propietarios furtivos, respaldados por un gobierno entreguista e instituciones jurídicas. En tanto, la temible Guardia Rural, ya acostumbrada a sus abusos en el campo, prestaba apoyo a esta arremetida.

Ante esta situación, Lino Álvarez, un líder campesino veterano de las guerras de independencia, solo después de agotar todas las vías de protesta pacífica, se volcó de lleno a la contienda insurgente.

Su valentía y liderazgo lograron aglutinar a muchos de los habitantes de esa tierra, quienes compartían un idéntico sentir de reivindicación. Ese anhelo los impulsó a sumarse a un movimiento que, con el tiempo, fue cobrando fuerza. Los pobladores de este territorio ampliaron su exigencia a las comunidades vecinas, muchas de ellas compuestas por trabajadores precarios igualmente amenazados. Todas estas fuerzas convergieron, avivando el fuego de una lucha que los campesinos asumieron sin temor.

Con el apoyo de una junta directiva que actuaba como cuartel general y la formación de destacamentos de entre 50 y 70 hombres, se prepararon para enfrentar a quienes promovían los despojos. El primer Partido Comunista de Cuba jugó un rol crucial, enviando activistas y asesores en tácticas de combate, además de proporcionar medios materiales. En una operación logística, facilitó el envío de 50 fusiles Springfield, igual cantidad de armas cortas, una ametralladora antiaérea y municiones desde La Habana, ocultas en supuestos repuestos para maquinaria.

Tras intensas luchas, se consiguió un cese temporal de las injusticias, pero, una vez apaciguados los ánimos de la revuelta, los sectores más reaccionarios del poder redoblaron su persecución contra los «montunos» y sus descendientes, empleando tácticas de engaño y violencia selectiva.

Sin embargo, la verdadera resolución de la disputa se postergó hasta el triunfo revolucionario cubano en 1959. Solo entonces, mediante la Ley de Reforma Agraria, se reconoció y legitimó el derecho de los habitantes de los realengos a poseer la tierra que habían trabajado y defendido con tanto ahínco.

El hecho que catalizó el movimiento de masas campesino en Realengo 18, el 11 de noviembre de 1934, quedó grabado en la historia como la primera manifestación armada del campesinado cubano en la defensa de su tierra.

Escuche y descargue la propuesta radial.

Autor