El 3 de mayo de 1960 las montañas cubanas se vistieron de libros, lápices y libretas que traían en sus manos con entusiasmo los primeros maestros voluntarios que llegaban a diferentes zonas apartadas de la Sierra Maestra.
Sesenta y cinco años transcurrieron desde entonces y resulta imposible no pensar en aquellos docentes que contribuyeron a la vuelta de los años al desarrollo educacional alcanzado por la Isla que la situaron a nivel mundial.
Valientes que se enfrentaron por primera vez al frío y húmedo clima de la región, a la lejanía de sus familias, carencias, costumbres desconocidas, y otras penurias propias del abandono de los gobiernos de turno que caracterizaron durante años esa región de la Mayor de las Antillas.

El 22 de abril de 1960, frente a la falta de maestros para enseñar en las zonas montañosas, Fidel había hecho un llamamiento especial a todos los jóvenes cubanos para cubrir las plazas de maestros rurales y resolver esa carencia.
Era una tarea que parecía en extremo difícil, sin embargo, miles de jóvenes que cumplían con el requisito mínimo de preparación de tener aprobado al menos el tercer año de los estudios de bachillerato, de la Escuela Normal o de Comercio respondieron al primer llamado.
Ellos formaron parte del Primer Contingente de Maestros Voluntarios y ocupaban las aulas de las montañas cuando se produjo la graduación del Segundo Contingente de Maestros Voluntarios.
También formaban parte del grupo de maestros voluntarios los cientos de recién graduados y estudiantes del último año de las Escuelas Normales que cursaron el curso de Adaptación al Medio en el campamento de San Lorenzo, en la Sierra Maestra. Con ese ejército de maestros para las montañas, contaba la Revolución en el Año de la Educación.

El Comandante en Jefe, al iniciar su discurso a los graduados, reconoció el valor y la entrega de esos jóvenes para solucionar el gran problema de contar con maestros en las aulas de las zonas montañosas del país. Fidel dijo: “No había maestros para las montañas y no era fácil resolver el problema. La vida de las montañas es dura. No es fácil adaptarse a la vida de las montañas para quienes no han vivido nunca en ellas. La clave del problema es este: para la montaña no había maestros”.
Más adelante, Fidel señaló que, aunque parecía difícil hacer maestros para los montes, cuando se hizo el llamamiento acudieron a ofrecerse cerca de cinco mil jóvenes. Al cabo de seis meses, Cuba contaba con dos mil 500 nuevos maestros preparados en el espíritu de las montañas y dispuestos desde el primer momento, a enseñar en los más apartados rincones del país.

Para dar cumplimiento al precepto martiano: ser culto es la única forma de ser libre, la Revolución Cubana que había hecho más por la educación en dos años que lo logrado por la república neocolonial en 58 años de desgobierno, presentaba un vasto plan de educación donde se preveía la creación de tres grandes escuelas para maestros en las montañas de Cuba; la formación de 300 directoras para los círculos infantiles; la iniciación de cursos para instructores de idiomas y de educación física; la formación de instructores de arte dramático, de canto, de música y de danza.
Fidel anunciaba la creación de “la gran Academia Nacional de Arte, una gran ciudad con aulas, talleres de trabajo, escenarios, tomando por centro los dos campos de golf que están situados en los lugares más aristocráticos de La Habana”.

Asimismo, entre las muchas posibilidades de trabajo y de estudio que se abrían a los cubanos, Fidel se refirió a cómo Ciudad Escolar Libertad había sido adaptada para recibir becados a más de mil 500 estudiantes universitarios y para que mil jóvenes empleadas del servicio doméstico percibiendo el mismo sueldo que ganaban, recibieran un curso de seis meses para trabajar en los círculos infantiles y atender a los hijos de los obreros.
Todo era esperanzador y así lo sentían todos los presentes en el acto de graduación. No obstante, las palabras de Fidel nublaron la alegría cuando expresó: “Hemos tenido hoy escenas hermosas y alegres, hemos vivido momentos de júbilo, hemos escuchado cantar, hemos escuchado reír, hemos escuchado el rumor de la alegría y de la sonrisa.

Pero también recuerdos tristes han invadido nuestro ánimo. El Comandante dio a conocer que habían asesinado a un maestro voluntario del Primer Contingente de solo 18 años.
Añadió Fidel:
Duro es tener que consignar este crimen en el día de hoy pero ese maestro, que murió cruelmente asesinado no será como una luz que se apague, será como una llama de patriotismo que se enciende. ¡Después de muerto ese maestro seguirá siendo maestro!; ¡ese joven asesinado seguirá siendo eternamente joven! […] Ese maestro es el mártir cuya sangre servirá para que nosotros nos propongamos, doblemente, ganar la batalla que hemos emprendido contra el analfabetismo.