A sus 74 años Rogelio Ortúzar Carreño no puede marcar el momento exacto en que hizo del campo su lugar de trabajo, desde que tiene conciencia se recuerda en las fértiles y bendecidas tierras de Consolación del Sur, donde se abrió a la vida entre hojas de tabaco, secaderos de arroz e hileras de frijol.
Este campesino pinareño, el único Hombre Habano que es Héroe del Trabajo, pone rostro -junto a parte de su descendencia- a la postal con la que el Presidente Miguel Díaz-Canel felicita a los padres cubanos el tercer domingo de junio de 2025, día en que se celebra en la Isla a los que fecundan y, más que eso, crían con amor.
¿Por qué Rogelio tiene el mérito de representar en una jornada entrañable a los padres cubanos? ¿Qué lo hace merecedor de este reconocimiento? Con estas preguntas llegamos a su finca San Pedro, ubicada en la comunidad Puerta de Golpe, en el municipio pinareño de Consolación del Sur.
San Pedro no es un lugar simple en aquella geografía occidental, el polvo nubla la vista en el trayecto desde la autopista, pero basta llegar a la comarca de los Ortúzar para que los ojos brillen de impresión y también, por qué no, de admiración e inspiración.
En unas 67 hectáreas no hay espacio en desuso: casas y escogida de tabaco, arrozales, parcelas de yuca, maíz, frijol, verduras, y como si fuera poco, también se “siembra energía con paneles solares”. Rogelio quiere enseñarnos todo de San Pedro, la finca que era un monte y unas parcelas cuando su abuelo se asentó en 1923, pero que un siglo después es “muy diferente, porque -recalca- está en sus máximos niveles históricos de producción”, lo que ha sido posible -insiste- por el esfuerzo, la dedicación, la innovación, pero sobre todo por la Revolución.

Destaca Rogelio que nuevos incentivos para los productores tabacaleros en los últimos tres años, les ha permitido mayor acceso a insumos, a créditos bancarios y a retribuciones en moneda libremente convertible, los cuales han impactado en el rendimiento, calidad y diversificación de la entidad.
Si algo distingue a la finca San Pedro, más allá de las hojas del tabaco brillosas con una resina natural, que se dan en aquel paraje como regalo de la naturaleza; es que varias generaciones de la familia Ortúzar han abonado la tierra con tradiciones que se han perfeccionado con el decursar del tiempo. Como si se tratase de una carrera olímpica de relevos, el abuelo de Rogelio arrancó de la línea de salida y hoy el bastón lo lleva un cuarto corredor: José Angel Ortúzar, el hijo de Rogelio.
En su piel y el corazón lleva Rogelio las huellas del trabajo duro del campo, de los más de 20 años al frente de la Cooperativa 26 de julio de Consolación del Sur, una de las más grandes y productivas del país, de sus aportes como miembro del Comité Nacional de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y del Comité Provincial del Partido.
Problemas de salud lo ha mantenido en el tiempo reciente a un ritmo menor de actividad, lo que le ha costado grandes esfuerzos a su esposa Ica Valdéz, quien lo llama para recordarle el cumplimiento de sus horarios de alimentación, descanso, medicamentos. “Imagínese un hombre de campo, de trabajo, nunca quiere parar”, cuenta la compañera de vida hace 54 años.

Ante estos avatares del calendario, Rogelio ha encontrado en uno de sus dos retoños el relevo que un día su progenitor vio en él.
Para un padre es el orgullo más grande que se pueda tener, que usted vea mejores resultados y que (tu hijo) siga la misma línea política, social, económica y productiva.
Más allá de la producción y los beneficios económicos, dice Rogelio que nada lo hace más feliz que su sucesor honre la trayectoria que ha distinguido a los Ortúzar en la Revolución, que mantenga el compromiso social con la comunidad, que cuide, respete y proteja a los trabajadores, que se preocupe por la alimentación de las familias, la remuneración, los estímulos, las condiciones de trabajo, así como por la superación técnica y profesional.
“Mi papá es mi espejo. He aprendido de él casi todo lo que sé”, comenta José Ángel con el tono guajiro, el que sabe envolver las palabras de una nobleza y una honestidad perceptibles, como si nunca hubieran sido dichas.

Del progenitor presente aprendió a madrugar, a dar el ejemplo, a seleccionar las semillas, a sembrarlas en semilleros y escoger el mejor momento para el trasplante manual, a clasificar las hojas según su maduración, también sin percatarse le transmitió la importancia de tener un trato cercano y preocupado por los trabajadores, a controlar cada tarea y muy importante, a ser agradecido.
He tenido la oportunidad de disfrutar de algo, que él quizás en su juventud no tuvo, que fue tener el apoyo de otros padres, que para mí también son mis padres en cuanto al tema de la agricultura, porque me enseñaron a producir con más calidad y mejorar los rendimientos.
Para los Ortúzar, campo y familia son las dos coronas de la fortuna, ser padre, tanto para Rogelio como para José Angel, es “lo más grande del mundo”, significa la posibilidad de sembrar en la descendencia los mejores valores, principios y tradiciones, la manera idónea de seguir una carrera centenaria con relevos a la altura o superiores a su estirpe.
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