Orígenes y primeros pasos
Barbarito Diez, cuyo nombre completo fue Bárbaro Diez Junco, nació el 4 de diciembre de 1909 en Bolondrón, Matanzas, Cuba. Desde muy joven mostró inclinación por el canto, aunque nunca recibió formación académica en música ni aprendió a tocar instrumentos.
En el podcast Encuentro nos compartimos acerca de su talento natural y su voz de tenor, clara y melodiosa, lo convirtieron en un intérprete único. En 1914 su familia se trasladó a Manatí, en la provincia de Oriente, donde comenzó a participar en actividades musicales locales.
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La carrera de Barbarito Diez dio un giro decisivo cuando se unió a la orquesta de Antonio María Romeu, uno de los grandes exponentes del danzón. Con Romeu, Barbarito encontró el espacio ideal para desplegar su talento y convertirse en la voz principal de un género que, hasta entonces, se había caracterizado más por su carácter instrumental que por el canto. Su interpretación vocal aportó una dimensión nueva al danzón, transformándolo en una experiencia más íntima y romántica.
El danzón y el bolero

Aunque Barbarito Diez es recordado principalmente por su aporte al danzón, también incursionó en el bolero, otro género fundamental de la música cubana. Su estilo se distinguía por la elegancia y la sobriedad, evitando excesos y privilegiando la claridad de la interpretación. Gracias a ello, canciones como Martha de Moisés Simons, Lágrimas Negras de Miguel Matamoros, Olvido y Juramento se convirtieron en clásicos inmortalizados por su voz.
Reconocimientos y legado

A lo largo de su carrera, Barbarito Diez fue ampliamente reconocido. En 1988 recibió la Orden Félix Varela, una de las más altas distinciones culturales en Cuba. Su trayectoria abarcó casi seis décadas, desde 1927 hasta 1985, y durante ese tiempo grabó con sellos discográficos como Panart y EGREM, dejando un repertorio que aún hoy se escucha y se estudia como referencia del canto cubano.
Su voz fue descrita como “insólitamente hermosa”, capaz de transmitir ternura y pasión sin necesidad de artificios. Por ello, se ganó el apelativo de “La Voz de Oro del Danzón”, título que lo acompañó hasta el final de sus días.
Últimos años y fallecimiento

Barbarito Diez se retiró de los escenarios en 1985, tras una vida dedicada por completo a la música. Falleció el 6 de mayo de 1995 en La Habana, a los 85 años, víctima de complicaciones derivadas de la diabetes mellitus. Su partida dejó un vacío en la música cubana, pero también consolidó su figura como uno de los grandes íconos de la cultura nacional.
Importancia cultural
El aporte de Barbarito Diez va más allá de su voz. Representa la transición del danzón hacia una forma más popular y accesible, en la que el canto se convirtió en protagonista. Se debe tener presente que su estilo influyó en generaciones posteriores de intérpretes y contribuyó a que el danzón, declarado género nacional de Cuba, mantuviera vigencia en un siglo marcado por la aparición de nuevas corrientes musicales.
Además, Barbarito Diez encarna la esencia del artista popular cubano: un hombre sin formación académica que, gracias a su talento innato y a su disciplina, alcanzó reconocimiento internacional. Su ejemplo demuestra cómo la música cubana ha sido capaz de trascender fronteras y convertirse en patrimonio universal.
Hablar de Barbarito Diez es hablar de la historia misma del danzón y del bolero. Su voz, clara y elegante, sigue siendo referencia obligada para quienes estudian la música cubana. Más de un siglo después de su nacimiento, su legado continúa inspirando a músicos y melómanos, recordándonos que la verdadera grandeza del arte reside en la capacidad de conmover y de permanecer en la memoria colectiva.
