Lentamente entra la urna de cristal al centro de la isla. Abrazado por la bandera cubana, ya llega Fidel de cuerpo y alma.
Nueve años después del estremecedor acontecimiento en la Plaza de la Revolución «Ernesto Che Guevara», los villaclareños evocaron la llegada del cortejo fúnebre que trasladaba las cenizas del Líder Histórico de la Revolución cubana.

El 25 de noviembre de 2016 había comenzado el homenaje en la intimidad de los hogares, cuando en la voz del hermano de sangre y batallas resonó la noticia que tanto costaba creer. Un silencio abrazador estremeció a toda Cuba.
Cincuenta y siete años después de aquel enero triunfal, la caravana que recorrió el país de este a oeste emprendió el viaje en sentido inverso, y el pueblo volvió a franquear las carreteras, para mirar desde lejos la pequeña urna cubierta con la enseña nacional, la bandera que él izó hasta las cumbres del mundo. Nadie falta, todos quieren ser testigos, esa vez, de una despedida sagrada.


En la tarde del 30 de noviembre de 2016, el Sol se puso en Villa Clara y el cortejo que trasladaba las guerrilleras cenizas del Comandante entró por el poblado de Cascajal. Al anochecer, llegó a la Plaza de la Revolución «Ernesto Che Guevara», de Santa Clara, y al amanecer del día siguiente, continuó el recorrido hasta el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.
Para los santaclareños, la peregrinación alcanzó un significado superior, cuando en la última noche de noviembre se produjo el encuentro simbólico de Fidel y el Che, en el sitio donde reposan los restos del Guerrillero Heroico y sus compañeros de lucha.

Dos hermanos que se despidieron demasiado pronto, pero cuya herencia arde tan imperecedera como la llama que los custodió aquella madrugada, volvieron a reunirse en un acto íntimo, carnal.
Unos lloraron, otros guardaron silencio con un nudo en la mirada, muchos agitaron las manos. Delante de la Caravana de la Libertad llega y se va otra vez Fidel. Ahora partió hacia la eternidad. Por toda la Carretera Central, desde Cascajal hasta Placetas, no hubo ni medio centímetro sin el aliento villaclareño.
Pero todos saben en verdad que no se queda bien con Fidel solo por esta despedida.
Para que su polvo no se deshaga con los vientos del olvido, ni sienta nunca el frío de la soledad, en un capricho de la imaginación regresan ahora los versos del cantor Carlos Puebla, rehechos para las urgencias de esta hora: «Se fue el Comandante, pero mandó a continuar».
