Ignacio Agramonte

Ignacio Agramonte, fe y amor ilimitados a la Patria

Durante la contienda emancipadora de 1868 Ignacio Agramonte y Loynaz participó en más de cien combates, su valor y sacrificio le granjearon el respeto de su tropa.

Fue seleccionado delegado a la Asamblea constituyente de Guáimaro en diciembre de 1868, lugar donde se dispuso la primera ley cubana de abolición de la esclavitud que él redactó y firmó, aunque limitada a los territorios bajo dominio de los revolucionarios.

El dictamen tuvo repercusión y obligó a España a poner en vigor la ley que liberaba a los esclavos menores de 11 y mayores de 60 años.

Agramonte conocido también como El Mayor tuvo participación destacada en actos conspirativos y alzamientos en la región camagüeyana, y fue encargado de redactar la primera Constitución de la República de Cuba, en febrero de 1869.

Mis soldados no pelearon como hombres: ¡Lucharon como fieras! Así se expresó sobre la participación de sus hombres en el rescate de Sanguily el cual estaba prisionero del ejército español.

Sobre esa proeza Agramonte expresó:

“Salí con ellos logrando alcanzar al enemigo en la finca de Antonio Torres, cargué por la retaguardia el arma blanca y los nuestros sin vacilar ante el número ni ante la persistencia del enemigo, se arrojaron impetuosamente sobre él, Lo derrotaron y recuperamos al Brigadier Sanguily y cinco prisioneros más. Nuestra persecución le siguió a larga distancia hasta dispersarle por completo. El enemigo dejó once cadáveres.

Otra anécdota está en el testimonio de Carlos Agüero, recogido por el cronista Rolando Nieves, en su crónica sobre las dotes de Agramonte como indiscutible adalid “de la disciplina, el amor al orden y la moralidad”:

Cierto día cuando se hallaba descansando en el campamento, produjo confusión entre los soldados una acalorada discusión que sostenía un Coronel con un Capitán. Enterado Agramonte de lo que ocurría llamó: – Ayudante de guardia! Ordene Usted que toquen a silencio. Así lo hizo el Ayudante y pese a ello, los citados militares continuaban en su desaforada cuestión.

Los toques se repitieron dos veces más, hasta completar la tercera, en la que el Mayor General fuera de sí se levantó de la hamaca en la que se proponía dormir y dirigiéndose a pasos largos hasta el lugar donde se hallaban los indisciplinados, se propuso terminar la disputa.

Un fuerte tirón del hombro del Coronel, lo colocó frente a él, que revólver en mano lo llamó al orden de este modo: –La disciplina se impone, Coronel, si continúa usted hablando, lo mato. Y así intimidándolo le recomendó que se retirara inmediatamente. Del Capitán sólo se supo que, al ver en escena al Mayor General, desapareció entre el campamento, conocedor de su temperamento, poco amigo de las discordias y si un amante de la disciplina, no se atrevió a exponerse.

Fue uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años y considerado el más grande patriota de la provincia de Camagüey. Organizó la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzó grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas.

Oriundo de la ciudad de Puerto Príncipe, Camagüey, muere en combate el 11 de mayo de 1873, en la zona de Jimaguayú, liderando la caballería mambí frente a las huestes españolas.

Desde muy joven mantuvo inquietudes independentistas, a pesar de proceder de una familia de abolengo de la época y haber adquirido una formación cultural esmerada, hasta graduarse de la carrera de Derecho, en la Universidad de La Habana.

Identificado con el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, se une a sus acciones en 1868 durante el levantamiento de La Demajagua, asumiendo la dirección de grupos de insurrectos en su provincia natal y alcanzando posteriormente el cargo de Comandante de tropas mambisas.

El amor de su vida fueron su esposa Amalia Simoni, unión de la cual nacieron sus dos hijos, Ernesto, fruto de la manigua y Herminia, esta última que no pudo llegar a conocer.

Es sorprendido por efectivos españoles ocultos en las inmediaciones de un arroyo del entorno y es herido mortalmente con una bala en la sien derecha la cual lo desploma al suelo cubierto por la altura de las hierbas.

Los españoles se propusieron sin lograrlo silenciar lo que Agramonte representaba para los cubanos, intentaron borrar su ejemplo lo cual no fue posible por su destacada trayectoria revolucionaria, anticolonial y de servicio a la Patria.

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