Por: Alejandro Cosme Quiñones y Leonel Iparraguirre
A sus 90 años y ya retirada tras medio siglo dedicado a la enseñanza, Iris Soto Recio sigue recorriendo con la memoria los pasillos de las escuelas y las aulas donde dejó huella. Su historia es testimonio de entrega, vocación y amor por la educación.
Originaria del poblado de Tabor, Iris comenzó su carrera docente con apenas 12 años, enseñando mecanografía y taquigrafía en una escuela pública. Aprendió estas disciplinas por esfuerzo propio, enfrentando limitaciones que nunca frenaron su deseo de enseñar.

Con el triunfo de la Revolución en 1959, su familia se trasladó a Morón. Allí, impulsada por su vocación, comenzó a impartir clases en una escuela de Ranchuelo, donde atendía a 22 alumnos cada mañana. Por las tardes, se dirigía a Morón para continuar su labor como educadora en la primaria Cuba Socialista.
Aunque las condiciones económicas no le permitieron trasladarse a Camagüey para continuar sus estudios, su desempeño en el aula fue siempre ejemplar. Las evaluaciones de inspección y control la calificaban como excelente, lo que le permitió convalidar su formación y ser reconocida oficialmente como «Maestra Absorbida».
Durante toda su carrera, Iris trabajó sin interrupciones, principalmente como profesora de segundo grado en el centro Ignacio Agramonte en el municipio avileño de Morón. Además, participó activamente en la alfabetización de trabajadores en horario nocturno.
Su dedicación fue reconocida con importantes distinciones, entre ellas la Medalla por la Educación Cubana, la Medalla Frank País y la de la Campaña de Alfabetización.

Al reflexionar sobre su trayectoria, Iris comparte una frase que resume el profundo respeto que ha cultivado:
«No pocos médicos, ingenieros y profesionales de otros sectores llegan hasta mí para saludarme, y no me dicen mi nombre, sencillamente Maestra.»
