Casi finaliza octubre, mes siempre heroico en el calendario de los cubanos; y el país vive bajo los impactos de un potente huracán y los efectos del más cruel de los bloqueos.
La que enfrentamos hoy -bajo el asedio sin piedad del gobierno norteamericano- ha sido la realidad de generaciones de cubanos. Es la batalla diaria de la resistencia de un pueblo. Es la lucha cotidiana contra las maniobras enfermizas de sucesivas administraciones estadounidenses, que han ignorado durante años el reclamo de la comunidad internacional, la cual ha exigido el cese de la inhumana política de asfixia económica contra la familia cubana.
Durante más de 60 años, el bloqueo económico, comercial y financiero ha definido la política de los Estados Unidos hacia la rebelde isla caribeña. Los efectos de esa guerra contra la economía, la sociedad y los sueños de desarrollo para el país, de millones de cubanos, no han cesado ni un solo día. En los últimos años, esa cruel política ha sido recrudecida.

Ciertamente, los golpes de ese cerco de asfixia económica se ven reflejados en todos los ámbitos de la sociedad. Ningún sector escapa de las afectaciones del bloqueo, el más prolongado y abarcador sistema de medidas coercitivas unilaterales jamás aplicado contra nación alguna.
El gobierno de los Estados Unidos ha ignorado por más de treinta años las sistemáticas resoluciones aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas, así como las voces a lo interno de la sociedad civil estadounidense que abogan por poner fin a la ilegal y obsoleta política.
La persecución financiera se ha reforzado aún más con la arbitraria inclusión de Cuba en la lista unilateral del Departamento de Estado sobre supuestos países patrocinadores del terrorismo. Esa absurda posición del inquilino de la Casa Blanca pudiera modificarse con solo una firma. Sin embargo, no existe la voluntad política de revertir una de las medidas más dañinas que gravita sobre todos los sectores de la economía nacional, aun cuando se conoce que los motivos esgrimidos para su aplicación son infundados y deshonestos.

Más allá de las cifras millonarias que han dañado nuestro desarrollo económico, cada cubano tiene su propia vivencia de la hostil política de Washington: el medicamento que nos falta, los materiales escolares que no llegan a las instituciones docentes, la industria que se detuvo por los equipos que no pudimos comprar, la vivienda que no se construyó, el transporte carente de piezas de repuesto, la situación electroenergética nacional.
Mientras el gobierno de Estados Unidos aplica con rigor su guion contra Cuba, en el Congreso de la norteña nación, que convirtió en Ley las disposiciones del bloqueo, también existen congresistas opuestos a esa política.
El pueblo de Cuba es heroico. Lo muestra cotidianamente. Con nuestros logros y con nuestros propios errores, hemos salido adelante, apreciando siempre la inmensa solidaridad internacional. A Cuba la amamos y defendemos sus buenos hijos, pero también muchas personas, movimientos y organizaciones amigas en diferentes latitudes.
El mayor desafío está en preservar la unidad de la nación, esa obra monumental que el bloqueo, no ha podido bloquear.
