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Una vez leí que la felicidad no existe, por lo difícil que es lograrla.

Como para desmentir esa afirmación es esta historia de vida.

Fue el tercer día de este mes de enero, acompañábamos a las principales autoridades de esta provincia de Holguín a la entrega de los nuevos regalos de la Revolución a nuestro pueblo en el nuevo aniversario del triunfo.

Momentos todos de muy especial emoción.

Al filo del mediodía llegábamos al último sitio. Un par de hermosos edificios multifamiliares, en el reparto Villanueva III.

Mi vista se detuvo en una imagen que impactaba. Una mujer joven, abrazaba con especial ternura a una pequeña niña, mientras con manos que temblaban sin cesar, y ojos colmados de lágrimas, trataba de abrir la puerta principal de uno de aquellos nuevos apartamentos.

Estuve muy cerca, tanto, que escuchaba claramente su voz cuando decía, sin dirigirse a nadie en específico:

“Gracias… Mi hija y yo estaremos eternamente agradecidas”.

No era aquel el momento de importunar con un intento de entrevista, pero ya había decidido conocer más sobre Ismara González Aguilera y su hijita Ismarays, nombres que ya había averiguado.

Por eso precisamente volví anoche, y sin aviso previo.

Tenía visitas, pero aun así enseguida nos atiende.

Su imagen, y también su voz, son de nobleza, trabajo, y extracción campesina.

Con mirada sincera, y voz entrecortada, que a veces se apaga por la emoción, va desgranando ante el micrófono de Radio Rebelde los duros capítulos de su vida, el fallecimiento prematuro de sus padres, el nacimiento de su hijita, los graves problemas de salud de la niña, criarla sola, el alquiler de casa en casa cerca de veinte años, y el regalo de la Revolución, hace apenas unos días.

“¡Y después dicen que la felicidad no existe!”.

Y me despido con la misma imagen de Ismara aquel mediodía reciente, difícil de olvidar, cuando temblorosa, inundada en lágrimas, abrazaba a su hijita mientras le abría definitivamente la puerta a la felicidad.

ESCUCHE AQUÍ la entrevista a Ismara González Aguilera:

 

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