La salud de nuestro Martí
2012.01.27 - 19:00:12 / web.radiorebelde@icrt.cu / Laura E. Pérez Ceruto
La salud de nuestro Martí estuvo quebrantada durante gran parte de su vida. Por ello, mucho tiempo aguardó en cama. Sin embargo, esta condición nunca lo detuvo. Su pasión por la patria era tan fuerte que muchas veces descuidó su débil estado físico para impulsar el más grande de sus anhelos: la libertad de Cuba.
Ya a sus 17 años, la gruesa cadena y el infamante grillete que formaron parte de su indumentaria en el presidio político, le provocaron profundas lesiones en el tobillo derecho y en la cintura. A pesar de las almohadillas hechas con gran dedicación, por su madre doña Leonor y que su padre don Mariano le había llevado para disminuir el roce con la piel.
Allí, el tormento de Martí duró algo más de medio año. Partiendo piedras en una cantera, bajo un sol inclemente, su estado físico se resintió para siempre.
La salud de nuestro Apóstol se debilitó de manera alarmante cuando salió del presidio y fue deportado a España en 1871. En ese entonces, su fraternal amigo, el doctor Fermín Valdés Domínguez al encontrarlo un año más tarde en Madrid escribió:
“Del presidio salió enfermo, y enfermo y pobre, lo encontré en Madrid...Dos veces lo habían operado de una sarcoceles producida por un golpe de grillo en las crueles faenas de la Cantera. Nunca se curó de esta, que fue para él terrible dolencia, por las operaciones hechas a destiempo y en muy malas condiciones, y que tantas veces le obligó a guardar cama y le impedía andar”.
Paralelamente, nuestro Martí sufrió otras dolencias severas. Se piensa que padeció de sarcoidosis, una enfermedad crónica poco frecuente, de causa desconocida y que puede afectar a varios órganos del cuerpo.
En nota escrita a su amigo mexicano Enrique Estrázulas en 1888, Martí describió su estado de salud en ese entonces:
“Yo no me canso, ni me quejo; y aunque tengo en el lado del corazón como un encogimiento, y un dolor que no cesa un instante, jamás pienso en él, ni en cederle, y hago cuanto debo y puedo, sin esperanzas y temores”.
En 1892, en otra carta dirigida a un amigo señaló:
“Muerto es poco para decirle como estoy. Pero para mi tierra, vivo. Y para mantener la honradez y la verdad, vivo”.
Sus impedimentos físicos, nunca frenaron la labor revolucionaria a favor de la independencia de Cuba. Una vez más, su entrañable compañero, el Dr. Valdés Domínguez, se sorprendió por el precario estado de salud de su amigo al encontrarlo en Nueva York:
“Su frente era más ancha: ya no lucía su cabeza la enmarañada cabellera de otros días y su cuerpo –antes tan erguido- se encorvaba algo por lo delgado, y sus músculos se marcaban como derrotando sus trabajos, sus anhelos. Su enfermedad era la anemia consecuencia del exceso de trabajo. En su afán de servir a Cuba no pensaba ni se preocupaba por su alimentación”.
A su llegada a Cuba por Playitas de Cajobabo, Martí experimentó un cambio inusual en su ánimo y estado de salud: respirar de nuevo el aire de la patria lo había llenado de una energía tan vital que debilitó sus dolencias: la salud de nuestro Apóstol estaba mejor que nunca.
Pudo así cumplir con su deber en la manigua, a pesar de las adversidades de la vida en campaña. De esta forma lo recordó Máximo Gómez en su diario, el 14 de abril de 1895:
“El camino es difícil, trepamos por montañas largas y empinadísimas; la marcha es terriblemente fatigosa y cargados como vamos todos, caminamos a puros esfuerzos. Nos admiramos, los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas, de la resistencia de Martí, que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie, por estas escarpadísimas montañas”.
La satisfacción de estar en la patria cumpliendo su deber, le impidió padecer dolencia alguna. Incluso, contribuyó al cuidado de los mambises en la manigua. Además, en sus pertenencias no faltaba el yodo para curar las heridas de sus compañeros de lucha.
En carta a Carmen Miyares de Mantilla, días antes de morir escribió:
“Y han de saber que me han salido habilidades nuevas, y que a cada momento alzo la pluma, o dejo el taburete, y el corte de palma en que escribo, para adivinarle a un doliente la maluquera, porque de piedad o casualidad se me han juntado en el bagaje más remedios que ropa, y no para mí que no estuve más sano nunca”.
Aunque la muerte lo sorprendió prematuramente, Martí siempre nos sorprende. Cada pasaje de su vida es una guía indispensable para entender los ingredientes necesarios de la humanidad, la grandeza, el amor y el patriotismo.
Fuente: Odelín Tablada, Ricardo. Las enfermedades de Martí. Editorial Oriente, 2007.
Marco antonio Vazquez F Rep.Mexicana
desde muy joven he leido todo lo referente a Jose Marti de Cuba, y ha los hermanos Flores Magon de Mexico, Allende , Juarez,,
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