Soy padre e internacionalista… soy feliz
2022-06-19 12:49:19 / web.radiorebelde@icrt.cu / Alfredo García Pimentel
Fotos: Del Autor y del perfil de Facebook del entrevistado
Abel Leyva Guerrero tiene un corazón que no le pertenece. Como tantos cubanos que hoy cumplen misión internacionalista en Venezuela, hace años lo entregó a otros que, desde la Isla, le miran con orgullo y esperan su regreso.
En Santiago de Cuba, Yolanda tiene 9 años y 2 corazones: el suyo y el de su papá, el doctor Abel Leyva Guerrero, intensivista en el Centro de Diagnóstico Integral El Progreso, del estado venezolano de Portuguesa.
Según comenta el joven galeno, “ella es lo mejor que tengo en la vida. Para mi primera en Venezuela, la dejé con 3 años; y para la segunda fue con 6. Me he perdido casi la mitad de su vida, pero cuando uno sabe que está luchando por sus hijos y por la humanidad, se sobrepone a las ausencias.”
Hace 9 años, antes de hacerse médico, antes de las 2 misiones que le han traído a Venezuela, Abel recibió con Yoli, el mejor regalo de su vida: un motivo para nunca rendirse.
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Abel confiesa que “no me sentía preparado para ser padre, pues estaba apenas en el quinto año de la carrera de Medicina. Pero cuando la vi por primera vez, ahí supe que había llegado lo más grande de mi vida y que, mientras esté vivo, lo daría todo por ella”.
Y con la luz de Yoli, llegaron para Abel los pretextos para ser feliz… y las alegría, y los orgullos, y las ganas. También, el dolor de las despedidas.
“Siempre es difícil separarse de la familia, y más, de los hijos. No me da pena decir que he llorado en cada despedida.”
La historia del doctor Abel Leyva Guerrero se reitera en miles de internacionalistas cubanos que, desde lejos, siguen al lado de sus hijos. Son padres que deben repartir su amor entre otros que le necesitan y agradecen. En la distancia, se multiplican familia y orgullo.
“Sé que lo que estoy haciendo en Venezuela la hace sentir orgullosa, y que la estoy educando en la solidaridad y el respeto a la humanidad que nos caracteriza como cubanos.”
“Yoli sabe que vivo por su felicidad”, asegura, emocionado, el doctor Abel, y cuando “su viejo” aparece en la conversación, también lo hace, definitivamente, las lágrimas. “A mi papá, un abrazo, y la certeza de que aquí hay un hijo que le quiere”.
Abel tiene un corazón que no le pertenece. Hace 9 años lo entregó a Yoli, su hija. Y es un compromiso que no conoce pausa, por mucha que sea la distancia entre la Cuba anhelada y la Venezuela que le necesita. Faltarán, por el momento, los abrazos, pero habrá amor… y eso, hoy y cualquier otro día, será suficiente.
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