Desde
2003, cuando Bush lanzó la agresión contra
Iraq basándose en mentiras francas, cada año
solitita dinero para la contienda bélica que lo
mantiene atrapado en el país árabe. 70.000
millones, 80.000 millones, 100.000 millones de dólares
cada año.
Incluso si sumamos estos cinco años
de desangre financiero de Estados Unidos, la cifra debería
andar por los 600.000 millones. No es así. En su
sitio web (reid.senate.gov), Harry Reid, el presidente
del Senado, cita un curioso informe de la Comisión
Económica Conjunta (CEC) donde revela que hay muchos
números ocultos que aumentan enormemente esa cifra,
al punto que hasta el presente año se acerca a los
tres mil millones de dólares, o más.
El informe
de la CEC se titula ¿La guerra a cualquier precio?
El costo económico total de la guerra y es tremendamente
revelador, porque descubre los costos que afrontan los
ciudadanos comunes.
“El costo económico total
de la guerra en Iraq para una familia de cuatro personas
es de 16.000 de 2002 a 2008. Cuando se incluye la guerra
en Afganistán, la carga económica para la
familia estadounidense es de 20.900.
El impacto futuro
potencial para una familia de cuatro personas sube a 36.900
para Iraq y 46.400 para Irak y Afganistán entre
2002 y 2017”.
Pero el informe es mucho más
amplio y va a cifras globales que, al incluirse en las
cuentas, cambian por completo el paisaje financiero: “Estos
gastos incluyen los costos del tratamiento de los heridos
e incapacitados, la productividad perdida de los heridos,
posibles expansiones futuras en el tamaño de las
fuerzas armadas necesarias por la guerra, los costos de
reparar y rehabilitar equipo militar, aumentos de costos
de reclutamiento y retención o las irrupciones militares
y económicas que crea el despliegue de las reservas.
El total mencionado arriba aumenta los costos de 607,000
millones en el financiamiento directo de la guerra en Iraq
a 1.3 billones y podría alcanzar 1.6 billones al
final del año fiscal 2008 si se incluyen los gastos
en Afganistán”. Solo 2008.
Multiplique usted
por los cinco años de guerra y los gastos bélicos
de Bush alcanzarán la cifra sideral de por lo menos
tres millones de millones o más para dentro de algunos
años. Claro, en caso de que el próximo presidente,
sea quien sea, mantenga ese nivel de despilfarro y no sepa
de dónde agarrarse para salir de la tembladera.
Pues en comparación con esas cantidades astronómicas,
el presidente Bush acaba de pedir al congreso 770 millones
para destinarlos al combate de la crisis alimentaria mundial.
Compare usted los 770 con los casi dos millones de millones
dedicados a verter sangre y destruir.
Se nota el “humanitarismo” bushista.
Si tenemos en cuenta el anuncio de Rajat Nag, director
general del Banco Asiático de Desarrollo, solamente
en aquella región hay mil millones de personas afectadas
por los aumentos desmesurados de los precios de los alimentos.
Si eso es así, resulta que Bush, sin tomar en consideración
a los pobres de África y América Latina,
dedica a los asiáticos 77 centavos a cada uno. ¡Qué magnánimo!
No se puede esperar más, pues los sistemas de salud
y educación de Estados Unidos están en el
suelo. Él tiene claro qué escoger entre guerra
y comida.
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