El Cucalambé no es un campesino fingido
8 de Junio de 2009, 10:20 a.m.

Las Tunas, Cuba.- El poeta bucólico más importante del Siglo XIX en Cuba fue Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “El Cucalambé”; cumplirá 180 años el 1ro. de Julio; en la página 31 de la revista Mambí, del mes de septiembre de 1976 el investigador Carlos Tamayo dejaba claro que el cantor de Rufina es un campesino culto que escribe y canta tal cual es.

Este bardo estaba obsesionado con su Isla: el seudónimo adoptado aunque parezca arahuaco de los aborígenes agroalfereros que habitaban Cohiba; es de procedencia africana y significa cierto baile de negros, lo cierto es que el creador de Hatuey y Guarina llevó lo más genuino del alma campesina a la espinela convirtiéndola en elemento formativo de la nacionalidad.

Decía Carlos Tamayo que Juan Cristóbal seguía siendo una figura controversial: desde su seudónimo hasta su desaparición misteriosa en Santiago de Cuba en 1961, aunque todavía algunos autores no aceptan esa fecha como la del final de su vida conocida, sino 1862, y le otorgan un año más de existencia, sin aportar la documentación requerida.

El Cucalambé ha sido en tema central de controversias incontables, inspirador de repentistas y escritores que se consideran herederos de su mester. Como literato ya nadie cuestiona su lugar en las letras cubanas, pero ahora se presenta una paradoja, algo que parecía innecesario analizar, pues se le daba por hecho: su condición de repentista oral.

Hace algunas décadas, cuando la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) organizaba su movimiento de artistas aficionados a la cultura artística y literaria, El Cucalambé era la gran motivación del sector campesino para lograr la continuidad de las tradiciones. Y surgió la duda acerca de lo que se hacía porque, según opinaban algunos, Nápoles Fajardo no era campesino.

Más tarde la discrepancia de Tamayo con el también investigador y escritor Samuel Feijóo, no como defensa dogmática por lo que significaría para la ANAP homenajear a quien no era representativo de ese sector y por lo tanto no merecía una movilización nacional de la magnitud lograda. Sino porque en la biografía de Nápoles Fajardo constaba un dato legitimador de aquellos objetivos fundacionales de la Jornada Cucalambeana.

En más de una ocasión Feijóo planteó, en su importantísimo ensayo Sobre los movimientos por una poesía cubana hasta 1856, criterios como éste: “Fingirse el campesino (como acostumbraba El Cucalambé) era muy del estilo de la época”.

El Cucalambé nació en una población eminentemente agrícola y ganadera: Las Tunas ¡de 1879! En la finca El Cornito nuestro poeta se nutrió de la savia bucólica que circula por sus composiciones.

Una gran parte de los poemas protagonizados por el cantor siendo él estanciero, cazador, vaquero, machetero. Están escritos con formas verbales en futuro expresando actividades que proyecta hacer, afirmó Tamayo que tampoco esto es índice de contradicción entre ser poeta y a la vez montuno, como también está lejos de constituir una disyuntiva su status de hombre de campo y su conocimiento literario. El trabajo manual no es contradictorio con respecto al intelectual.

Lo cierto es que en ninguna otra parte del mundo la décima moviliza a tanto público como sucede en esta oriental provincia durante la Jornada Cucalambeana que en esta ocasión está dedicada a los mexicanos de la oriental Sierra Gorda y a la improvisadora cubana Tomasita Quiala.