Bajo un cielo matinal, en el Mausoleo El Cacahual, un rincón sagrado del occidente cubano donde la tierra guarda los restos de un indomable hijo de oriente: el Lugarteniente General Antonio Maceo, se congregaron, como convoca la historia cada siete de diciembre, una representación del pueblo cubano que cotidianamente demuestra que para el más intransigente mambí y sus principios innegociables de independencia y soberanía, siempre hay gloria eterna.
Ante la cita con la memoria imborrable de Maceo y su fiel ayudante, el capitán Panchito Gómez Toro, que lucharon en esta geografía su último combate, estuvo presente el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
El hijo de Mariana, cuya mejor semblanza fue hecha por José Martí, quien dijo del genio militar que llevaba en la mente tanta fuerza como en el brazo, significa en la historia de Cuba un pilar generativo. Cubanos de generaciones siguientes le tomaron como inspiración para la defensa de los valores humanos más esenciales, por eso el siete de diciembre, y las conmemoraciones que agrupa esta fecha, están interconectadas en un día sembrado para siempre en las entrañas de la Patria.



Además del aniversario 129 de la caída en combate de Maceo y el joven Panchito, se conmemora hoy los 36 años de la Operación Tributo, nombre dado al proceso de retorno a la Patria de los restos de 2.289 heroicos cubanos, combatientes internacionalistas caídos en diversas partes del mundo, fundamentalmente en África, “de donde vinieron los antepasados de Maceo y una parte sustancial de nuestra sangre”, como expresara el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Por tanto, múltiples y reverenciadas razones motivaron el asalto al amanecer de este domingo. Acompañaron al jefe de Estado Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central del Partido; el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), general de cuerpo de Ejército Álvaro López Miera; el ministro del Interior, general de cuerpo de Ejército Lázaro Alberto Álvarez Casas; y el general de brigada José Amado Ricardo Guerra, secretario del Consejo de Ministros, todos miembros del Buró Político. Junto a ellos, una constelación de uniformes verde olivo y azul, el cuerpo diplomático militar acreditado en Cuba, combatientes internacionalistas, familiares de los caídos en misiones en el exterior y, significativamente, las nuevas generaciones representadas en pioneros y muchachas y muchachos de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
La solemnidad de la fecha y su silencio en aquel paraje fue interrumpido por la Unidad de Ceremonia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y por la banda de música del Estado Mayor General, quienes con con la interpretación de la Elegía a Antonio, tema compuesto por el comandante Juan Almeida Bosque, llevaron ofrendas florales a nombre del pueblo de Cuba hasta los panteones donde descansan los restos del Titán de Bronce, el capitán Panchito Gómez Toro, y también a Juan Fajardo Vega, «el último mambí», y a Blas Roca Calderío, cuyos restos también descansan en el sitio.

Fue entonces cuando tomó la palabra la primera voz, la más joven. Daileris Verdecia Montes, pionera de la escuela secundaria Carlos Gutiérrez Menoyo, de Artemisa y ganadora nacional del concurso «Amigos de las FAR», afirmó que Maceo y Panchito «enseñaron que el valor más grande es el de entregar la vida por lo que se ama».
Relató cómo el concurso le permitió conocer de cerca a los hombres y mujeres de las FAR, «quienes, como parte de nuestro pueblo, velan todos los días por los sueños y las esperanzas de niños como yo». Su discurso cerró con una promesa generacional: «Su sacrificio no será en vano, eso se lo aseguramos».

La respuesta a esa promesa llegó de inmediato, cargada de la energía de la formación militar. Brayan Hidalgo Torres, cadete de la Escuela Interarmas de las FAR «Antonio Maceo» Orden Antonio Maceo, interpeló a los «ambiciosos, mentirosos y prepotentes imperialistas del norte y a sus lacayos».
Sepan que habrá Revolución socialista en Cuba por siempre y que no claudicaremos jamás.
«Maceo está aquí, y nos convoca una vez más al combate», dijo a manera de sellar un puente entre el héroe del siglo XIX y la disposición combativa del siglo XXI.
Al pronunciar las palabras centrales del acto, José Ramón Monteagudo Ruiz, miembro del Comité Central y jefe de su Departamento Agroalimentario, entretejió el elogio histórico, la advertencia política y la convocatoria a la resistencia a partir de las tradiciones patrióticas.
Monteagudo trazó un perfil épico de Maceo: «paradigma por excelencia de los momentos difíciles, genio militar de la invasión de Oriente a Occidente, y sobre todo, revolucionario de pensamientos profundos y sólidos principios». Apuntó que con la Protesta de Baraguá, Maceo salvó la bandera y la causa independentista.
Con vistas a la interpretación útil de la historia, Monteagudo trajo a su discurso una advertencia maceísta que encuentra especial fuerza en el contexto actual: «Tampoco espero nada de los americanos… Mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso». La frase, para el dirigente partidista y todos los cubanos dignos, es “un mandato eterno» y «una advertencia permanente contra la injerencia yanqui».

Desde ese legado, el discurso hizo un giro hacia el presente. «Hoy nuestro país transita por una difícil y compleja situación económica», reconoció, en medio de un «recrudecimiento sin precedentes del bloqueo». Frente a esto, llamó a «no hacer jamás concesiones al enemigo» y a no caer en las campañas de «subversión ideológica».
La solución, expuso, está en «fortalecer la unidad como la principal arma estratégica» y en implementar con creatividad el programa de gobierno, enriquecido con las opiniones del pueblo.
Monteagudo Ruiz enlazó entonces los homenajes: la Operación Tributo de 1989 como cumbre del internacionalismo, y la Asociación de Combatientes, fundada hace 32 años en esta misma fecha, como garante de la continuidad.
Su conclusión no pudo ser más maceísta. Con la fuerza de quien pronuncia una verdad irrefutable, reafirmó la frase inmortal del Titán: «Quien intente apoderarse de Cuba, solo recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha». «Esa es una ley de la historia cubana», sentenció. «Ese es nuestro compromiso».



El sol ya alto sobre El Cacahual iluminó una esencia: en Cuba, los rituales de memoria son también mapas de acción para el presente. Este 7 de diciembre, el mensaje fue una síntesis de tradición revolucionaria: honrar a los muertos gloriosos, alertar sobre un enemigo permanente, movilizar a la juventud, reconocer las dificultades económicas y, sobre todo, defender el legado más valioso de un maceísta profundo, el de Fidel y su Revolución, vista como la capacidad de “emanciparnos por nosotros mismos”, sin deuda alguna con vecino poderoso.

