Algunos títulos nobiliarios han sido utilizados durante décadas para bautizar a uno que otro cantante en el mundo. El propósito ha sido uno solo: inspirar respeto hacia las cualidades interpretativas de un artista en un terreno particular dentro del vasto universo de la música. De ahí que cada país tenga un rey o reina, un príncipe o princesa y hasta una emperatriz en cierto género musical. Y Cuba no ha sido la excepción.
Su muerte temprana a los 53 años de edad, de la cual, hoy, se cumplen exactamente 60 años, no impidiría a Paulina Álvarez gozar del apelativo de La emperatriz del Danzonete. Y es que, Raimunda Paula Peña Álvarez llegaría a convertirse, sin duda, en la intérprete más notable del danzonete en el país, un género de corta vida derivado del danzón y que tuviera como creador al matancero Aniceto Díaz.

Nacida en Cienfuegos en 1912, Paulina Álvarez, quien reconocería haber comenzado a cantar a los 13 años haría que números como «Capullito de alelí”, “En un bazar”, “Junto a un cañaveral”, “Mírame más, Margot” alcanzaran una gran difusión en su voz. Sin embargo, su mayor éxito sería, indiscutiblemente, «Rompiendo la rutina».
Poseedora, a decir del maestro Antonio Arcaño, de una voz privilegiada, Paulina Álvarez, no estaba sola en la escena del donzonete. Fernando Collazo, Pablo Quevedo, Abelardo Barroso, Joseíto Fernández y Alberto Aroche destacaban entre los vocalistas que apostaban por este género durante su época dorada. Pero, Paulina los superaba. Consciente de esa realidad, un locutor la bautizaría un día como la Emperatriz del Danzonete. Unsobrenombresin el cual no se puede hablar ni por asomo de ella.

No obstante, si bien el apelativo de la Emperatriz del Danzonete reconocía, por un lado, el dominio de Paulina Álvarez en este género; por otra parte, dejaba fuera su vertatilidad para moverse con igual acierto en otros terrenos como el danzón, la canción, el bolero, la guaracha, el mambo, la rumba y hasta el cuplé.
Por otra parte, ganarse el sobrenombre de la Emperatriz del Danzonete en medio de una competencia voraz, no sería el único mérito de Paulina Álvarez. Imponerse como cantante solista en una época donde prevalecían los intérpretes masculinos en las grandes orquestas del país, convertirse en la primera mujer en poseer y dirigir una orquesta de música popular cubana integrada por hombres y hacerse de una discreta pero importante discografía, también harían singular su historia.
Con una huella en orquestas como la Elegante, la de Neno González, la de Cheo Belén Puig, entre otras, Paulina Álvarez encontraría escenario en teatros como el Campoamor, el Nacional, el Payret y el Martí.
Con una manera expresiva de cantar acompañada de una forma de vestir cuidada y elegante, la Emperatriz del Danzonete, sin duda, ocupa un sitio entre las grandes voces de Cuba.
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