El tiempo estará siempre en deuda con el joven Rafael Trejo, estudiante de Derecho de la Universidad de La Habana, quien con sólo 20 años de edad fuera abatido el 30 de septiembre de 1930 por el disparo de un sicario del dictador Gerardo Machado durante una manifestación en su contra.
Según fuentes consultadas, la muerte de Rafael Trejo, hace hoy 95 años, fue un momento decisivo en la lucha antimachadista que dejó una marca indeleble en aquella generación de universitarios. Varias de estas preservaron la memoria de aquella jornada, luchando, que es el único modo de rendir tributo verdadero a los mártires.
En 1954 en el mismo lugar donde cayó Trejo, Fructuoso Rodríguez anunció que José Antonio Echeverría había asumido la presidencia de la Federación Estudiantil Universitaria.
Como homenaje a quien se convirtiera en el primer mártir de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), en la lucha machadista, en esa fecha los estudiantes que ingresan a la Educación Superior reciben el carné de miembros de la organización.
Rafael Trejo González nació en San Antonio de los Baños (municipio de la actual provincia de Artemisa) el 9 de septiembre de 1910. Veinte años y unos días después integraría la vanguardia del pueblo en acción.
La revolucionaria cubana María Luisa Lafita, fallecida el 22 de diciembre de 2004, lo conoció muy bien. En una ocasión lo caracterizó así:
Un atleta, lo que se dice un atleta: del equipo de remos de la Universidad de La Habana, nadador, jugaba ajedrez. Seis pies de estatura, complexión fuerte. De piel broncínea: trigueño tirando a rojo. Linda dentadura, ojos negros, pelo no frondoso, de igual color. Hablaba inglés correctamente. Tocaba violín y piano y cantaba: con su voz de barítono nos acompañó a su novia Ada y a mí en interpretaciones de música clásica.

Felo prefería otros campos, otros lances, aseguró. Leía textos de Martí, de José Ingenieros. De ideas progresistas, ocupaba el cargo de vicepresidente de la Federación Estudiantil Universitaria en Derecho. Su espejo era Mella; su corazón, el Apóstol; quería ser como los mambises. Batallaba por la unidad en las filas revolucionarias, presente no solo en las acciones estudiantiles: muy ligado a las proletarias. Jamás olvidó a los de abajo, de donde surgió: la madre, educadora de primaria: el padre, tabaquero que, con tremendo esfuerzo, se graduó de abogado. Rafael le aseguró a su amigo Raúl Roa: Mi ideal es poder defender algún día a los pobres. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia.
En la víspera de aquel 30 de septiembre de 1930, los organizadores de la tángana estudiantil habían acordado que si Machado ocupaba militarmente la Universidad, se reunirían en el Parque Eloy Alfaro para salir en manifestación y llegar a casa del digno profesor Enrique José Varona.
El comandante Ainciart, asesino de marca mayor, ordenó detener a Pepelín Leyva y a Trejo: sabe que están entre los dirigentes de la acción. Los guardias intentan prender a los dos jóvenes que corren hasta una casa de la calle Infanta; entran en ella, suben a la azotea, desde allí lanzan piedras, palos, tejas a sus perseguidores. No los pueden prender. A los 15 minutos, descienden al llamado de varios compañeros.
La caminata combativa empieza. Trejo y Pepelín, en la primera fila. El corneta Oliva, veterano del Ejército Libertador que trajo Alpízar, pregunta qué toca. Pepelín le dice: «A degüello…» Obedece. El choque con los esbirros. Un grupo porta la bandera cubana. Es agujereada a tiros. Pepelín y el as de boxeo Rodolfo de Armas hacen daño con sus puños. Pablo de la Torriente Brau, después de golpear a varios enemigos, cae con la cabeza ensangrentada de un fuerte golpe. El profesor Juan Marinello es apresado al tratar de auxiliarlo. El comunista Isidro Figueroa recibe un balazo.