Por: Alina Perera Robbio
SANTA IFIGENIA.-Hay un hilo de la historia patria que el adversario pretende desconocer. Y esa negación es el mayor de todos los errores; porque no ver lo causal es como no ver las raíces de los pueblos, es como no calcular todo lo que esos pueblos son capaces de hacer por ellos mismos y por todas las ideas en las que se cree.
No fue fortuito, por ejemplo, que este jueves en la mañana, desde el Cementerio Patrimonial de Santa Ifigenia en la heroica provincia de Santiago de Cuba, el Presidente Díaz-Canel Bermúdez comenzara su tributo por la “Madre de la Patria”, Mariana Grajales, mujer extraordinaria que hizo jurar a sus hijos, crucifijo en mano, defender a la Patria o morir por ella.

De Mariana venimos. De su determinación. Y por eso este jueves en el amanecer el dignatario, un grupo numeroso de dirigentes del país, y autoridades de la provincia, inmersos en la recuperación del territorio tras el paso del huracán Melissa, colocaron flores sobre la tumba de esa mujer cuyo nombre significa ser hija de María -la madre del Cristo de todos los hombres-.
Luego el homenaje fue para Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, el primer Presidente de la República en Armas, el cubano que jamás puso ambición alguna por encima de la Ley. Y después el Jefe de Estado fue rumbo al Ángel, al Apóstol cuyos restos sufridos y sagrados descansan en una urna de bronce, vestida con la bandera cubana y resguardada en el Mausoleo Funerario que custodian jóvenes guardianes de la Unidad de Ceremonia “Guardia de Honor 19-53”.

La mañana de tributo tuvo como momento final colocar flores coloridas junto al monolito que guarda al discípulo perfecto de José Martí: el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. El Presidente Díaz-Canel -una vez frente al mármol verde donde puede leerse el nombre del Gigante guerrillero- hizo un saludo militar y, con la misma mano, tocó despacio la tapa color de la esperanza.
El homenaje, en lo simbólico, viajó desde los primeros instantes de la nación – con Mariana y sus hijos-, pasando por momentos recientes de la Historia, hasta llegar a los momentos actuales. Ir a Santa Ifigenia y poner flores a las raíces, fue el reencuentro con una suerte única en su devenir, tan llena de pasajes hermosos y heroicos, que ninguna pretensión peregrina, nacida de ambiciones imperiales, la podría reducir o aniquilar.

Fuente: Presidencia Cuba.
