La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada en Tianjin durante las últimas horas, no fue simplemente un encuentro diplomático más. Fue una declaración de intenciones. Xi Jinping, Vladimir Putin y Narendra Modi no solo se dieron la mano frente a las cámaras: trazaron los contornos de un nuevo orden mundial que desafía abiertamente el dominio occidental.
Durante décadas, el sistema internacional ha girado en torno a un eje unipolar, con Estados Unidos como árbitro. Pero ese modelo está mostrando grietas. Las sanciones, los aranceles y las guerras comerciales han dejado de ser herramientas de persuasión y se han convertido en catalizadores de nuevas alianzas. Lo que vimos en Tianjin fue el resultado de años de debates: tres potencias que, a pesar de sus diferencias históricas, están dispuestas a coordinarse para defender sus intereses comunes.
India, que durante mucho tiempo mantuvo una postura ambigua entre Occidente y sus vecinos asiáticos, parece haber tomado una decisión estratégica. Las palabras de Modi fueron claras: “socios, no rivales”, dijo sobre China. Y sobre Rusia, habló de una relación “especial y privilegiada”. En un mundo donde la neutralidad ya no es sostenible, India está apuesta por una autonomía estratégica que la acerque a quienes comparten su visión de un mundo más equilibrado.
China, por su parte, presentó su iniciativa de Gobernanza Global como una alternativa directa a los modelos unilaterales. No se trata solo de una propuesta técnica: es una narrativa que busca desplazar la lógica de bloques y reemplazarla por una arquitectura más inclusiva, aunque no necesariamente más democrática en el sentido occidental.

Y Rusia, aislada por sanciones unilaterales, pero nunca silenciada, ha encontrado en la OCS un espacio para proyectar influencia. Putin sabe que el poder es la capacidad de construir coaliciones duraderas.
La declaración conjunta firmada por los países miembros de la OCS no deja lugar a dudas: rechazan las injerencias externas y las conmociones al comercio internacional. Es una crítica directa a la política de aranceles de Donald Trump, pero también una advertencia a cualquier potencia que pretenda imponer su voluntad sin consenso.
¿Estamos ante el fin del orden liberal internacional? El mundo multipolar no será más justo por defecto, ni más pacífico por diseño. Pero será más difícil de controlar, más impredecible y, quizás, más representativo.
Queda otra pregunta ¿Occidente está dispuesto a adaptarse a esta nueva realidad o seguirá aferrado a un modelo que ya no le garantiza ni liderazgo ni legitimidad?
