Valeria emocionada me sorprendió con ese sentimiento de solidaridad hacia niñas y niños que jamás conocerá pero es que no ha sido poco lo que ha vivido junto a su familia tras la inevitable tragedia ambiental.
En momentos de adversidad, como los que ha dejado el paso del Huracán Melissa por el Oriente de Cuba, se revela lo más noble del ser humano: la capacidad de dar sin esperar nada a cambio. Donar nuestras pertenencias de manera altruista no es solo un gesto de ayuda material, es una expresión profunda de empatía, de entender que el dolor ajeno también nos toca y que la reconstrucción comienza con el abrazo colectivo.

Lo que hemos visto en estos días es conmovedor. Cubanas y cubanos de todas partes del país, y también desde el extranjero, han respondido con acciones que hablan de amor, de compromiso y de una voluntad férrea de acompañar a quienes lo han perdido todo. Desde envíos de ropa, alimentos y medicinas, hasta mensajes de aliento y campañas organizadas por comunidades enteras, cada gesto ha sido una chispa de esperanza.

Este tipo de solidaridad no se impone, nace del corazón. Y cuando se multiplica, se convierte en fuerza. Porque más allá de los bienes materiales, lo que se entrega es paz, compañía y soluciones reales para quienes enfrentan el dolor de la pérdida. Es en estos actos donde se demuestra que el amor por el prójimo es lo más importante, y que cuando nos unimos, somos capaces de transformar el sufrimiento en esperanza.
Hoy, más que nunca, Cuba se abraza a sí misma. Y ese abrazo, lleno de generosidad, es el verdadero motor de la recuperación.
Escuche y descargue la propuesta radial
