La Habana, Cuba.- Quienes acostumbran a vaticinar en cuestiones beisboleras, casi siempre apoyados en las nóminas cuajadas de nombres, entonces recibieron un cubo de agua congelada, porque en la finalísima del I Clásico Mundial de Béisbol, celebrada el 20 de marzo de 2006, en el estadio Petko Park, en la estadounidense ciudad de San Diego, chocaron asiáticos y caribeños.

En principio, los medios masivos fueron inundados por varias innovaciones e incluso el calendario de juegos parecía puesto con la mano para favorecer a los inventores del deporte de las bolas y los strikes, pues la totalidad de los juegos estaban programados en calidad de anfitriones.

Por supuesto, la estrategia de los organizadores tuvo como fundamento, el debut del Dream team de baloncesto en los Juegos Olímpicos de Barcelona, España (2002), donde 11 de los 12 integrantes eran reconocidos jugadores profesionales y de antemano todos sabían quién ganaría la medalla dorada.

Garantizar los estadios repletos desde el comienzo aseguraba la base  económica y sus Grandes Ligas enfrentarían el reto al presentarse dentro del grupo A, junto a Canadá, México y Sudáfrica, en la ciudad de Phoenix, Arizona.

Como la clasificación resultaría asunto de coser y cantar, la segunda presentación los movería hacia Anaheim, California, y de allí a buscar la tajada grande en San Diego, también perteneciente al territorio californiano, la sed prevista para los compromisos semifinales y la final.

La inauguración anticipada en el parque Tokio Dome estaba bien justificada, pues a lejanía impedía la apertura simultánea, en cuanto a las transmisiones y el traslado de los clasificados asiáticos al segundo destino.
 
Los locales presentaron en el cuartel general un solitario pelotero procedente de las Ligas Mayores de Estados Unidos, Ichiro Suzuki, cotizado jardinero en la alineación del club Marineros de Seattle, los restantes representaban al talento local, en sabia conjugación de veteranos y jóvenes profesionales.

Después de salir victoriosos en las primeras dos presentaciones, frente a China 18 x 2 y Taipei 14 x 3, cayeron por la mínima 3 x 2 a manos de Corea del Sur, pero consiguieron el boleto clasificatoria a la siguiente ronda, prevista a desarrollarse en el estadio Anaheim, donde los compromisos pendientes serían contra Estados Unidos y México.

Los estadounidenses le propinaron el segundo fracaso en línea 4 x 3, razones válidas para que muchos pensaran en la eliminación, ya que los coreanos derrotaron a los mexicanos 2 x 1 y archivaron el cuarto triunfo en línea.

Luego de imponerse a la escuadra mexicana 6 x 1 y los anfitriones ceder terreno ante Corea 2 x 1. La situación se presentaba bastante difícil, porque ahora volverían verse las caras los dos cuadros asiáticos y Estados Unidos mediría fuerzas con sus vecinos de México.

Corea del Sur puso sobre el terreno un nuevo obstáculo y los venció 2 x 1. Sin embargo, los aztecas protagonizaron la gran sorpresa al imponerse a los yanquis con similar pizarra (2 x 1) para provocar el abrazo y fue necesario buscar el desempate por la vía del promedio de las carreras anotadas y entre Japón, Estados Unidos y México 
Los números favorecieron a la tropa del mentor Sadaru Ho, dando lugar a un tercer enfrentamiento contra los surcoreanos y ahí, el viejo refrán que sentencia a la tercera va la vencida impuso ley, gracias a soberbia blanqueda de 6 x 0 y con balance de 4-3 pasaron a discutir el gallardete con la escuadra cubana, vencedora de República Dominicana 3 x 1 en la otra semifinal.

Lo ocurrido en el juego decisivo es harto conocido y solo ofreceremos en este breve recuento del pasado, cada uno de los ocho box score con las actuaciones de los monarcas japoneses.
 
¿Qué presentará ahora Japón?

La nómina de los asiáticos para la segunda versión del Clásico parece bastante pareja, con cualquiera de los de los preseleccionados incorporados al plantel de 28 jugadores, sobre todo a partir de la importante conjugación de talentosos jóvenes y un estelar líder nombrado Ichiro Suzuki.

Junto a Ichiro estarán otros seis compatriotas miembros de equipos en las Grandes Ligas, los lanzadores (Masahide Kobayashi, Indios de Cleveland; Daisuke Masuzaka y Hideki Okajima, ambos con los Medias Rojas de Boston); el receptor Kenji Johjimai, también de los Marineros; el jugador de cuadro Akinori Iwamura, Tampa Bay; y el jardinero Kosuke Fukudome, Cubs de Chicago, quienes brindarán mayor profundidad al pitcheo, bateo y la defensa como regulares.

También la velocidad será otro elemento de especial cuidado, porque cualquiera de ellos en circulación se convierte en verdadero torbellino ante los robos de bases y las jugadas de corrido y bateo.

Japón debe clasificar sin mayores contratiempos en el grupo A, junto a Corea del Sur y en la siguiente ronda pondría tener de rival a Cuba o México, según las ubicaciones de esos cuatro seleccionados en sus respectivas tablas.

Por supuesto, salvo algún imponderable, el único rival capaz de atravesarse en el Tokyo Dome sería Taipei, mientras China quedaría descartada. Algo similar podría suceder con Australia en el Foro Sol, dada la eliminación de Sudáfrica.

Aunque las casualidades no están escritas, cabe anticipar entre los cuatro saldrán dos semifinalistas y los actuales titulares tienen de todo como en botica, frente a la justificada aspiración de repetir los resultados de cuatro años atrás. 
 
Una vez más pongo ante la vista de los lectores oportunas estadísticas y así haremos en los vías venideros con los 15 equipos restantes.

Así jugaron los japoneses

NOTA: APARECEN EN NEGRITAS POSIBLES REPITENTES A SEGUNDA EDICIÓN