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La Habana,   
 
¿Cómo llegó el béisbol a Cuba?
Jorge Alfonso
Colaborador de Rebelde
  Historia  


Como casi siempre ocurre a la hora de mencionar la paternidad de cualquier deporte, los criterios son diversos y la llegada del deporte de las bolas y los strikes al territorio cubano no escapa a esa realidad.

Así, la búsqueda de datos en diversos archivos refiere la presencia simultánea en diversas localidades del país, entre ellas Matanzas, Caibarién y Remedios.

Sin embargo, aunque nunca fue mencionada una fecha exacta, los investigadores mejor documentados, cuando escribieron acerca de los pioneros en conocer tal actividad competitiva, prefirieron señalar a los matanceros, a mediados del siglo XIX.

Ellos indicaron que los trabajadores portuarios en la bahía de Matanzas, a unos 100 kilómetros al Este de La Habana, y los tripulantes de varios cargueros estadounidenses establecieron los primeros contactos.

Aclararemos que durante el período de tiempo señalado existía un notable comercio entre Cuba y los Estados Unidos, derivado de la autorización solicitada en 1795 por el síndico procurador José Tomás González para permitir la entrada en el puerto de Matanzas de cualquier tipo de barco procedente de diversos puntos de la costa atlántica norteamericana.

La creciente relación marítima motivó una significativa afluencia de ciudadanos estadounidenses, quienes sumados a los ingleses y franceses, también llegados por esa época, contribuyeron a la rápida formación de una heterogénea colonia extranjera dentro de la sociedad matancera.

Tampoco debemos pasar por alto que durante la etapa relatada, en la década comprendida entre los años 1860 y 1869, la estructura colonial española atravesaba por la más profunda crisis de descomposición económica y social.
Estas razones posibilitaron que Estados Unidos se convirtiera en futuro mercado de intercambios comerciales.

A simple vista podemos apreciar que la cercanía geográfica jugó un importante papel a la hora de buscar elementos convincentes, en lo referente a cómo los cubanos fueron los primeros en conocer el béisbol fuera de sus fronteras originales.

Otros documentos pertenecientes al Fondo de Deportes del Archivo Histórico Provincial de Matanzas, fechados en 1847, recogen la orden de prohibición para jugar con cualquier tipo de pelota en las calles y otros puntos de tránsito público, bajo la pena de perder la pelota, ya que la misma dañaba los faroles del alumbrado.

Aunque los datos conservados resultan insuficientes, la mención del tema puede enlazarse con elementos posteriores y, con toda seguridad, será posible fijar un riguroso orden cronológico.

Recién comenzados los años 70, la situación política en la región oriental estaba matizada por el estallido de la Guerra de Independencia (10 de Octubre de 1868), proclamada por el hacendado y patriota bayamés Carlos Manuel de Céspedes.

Mientras tanto, en la Capital cada día crecía la ferocidad de las huestes voluntarias españolas contra los estudiantes, la cual culminó en el trágico episodio del fusilamiento de ocho alumnos de Medicina (27 de Noviembre de 1871).

A partir de ese momento, numerosas familias con recursos económicos decidieron enviar a sus hijos a cursar estudios en universidades extranjeras, principalmente las estadounidenses y francesas.

Desde hacía años el béisbol era practicado en algunos centros de estudios de los Estados Unidos y allí lo conocieron los hermanos Carlos y Teodoro Zaldo, Nemesio Guilló y Francisco Saavedra, entre otros.

En el verano de 1873, al regresar de vacaciones, algunos trajeron, junto a los libros, implementos propios del novedoso juego, cuya acción atraía la atención en  varias regiones del país norteño.

Así lo conocieron numerosos amigos en la barriada habanera del Vedado, a pesar del sano interés motivador, surgieron innumerables dificultades, porque la torpeza de los guardianes españoles llegó a considerarlos artefactos bélicos disfrazados.

Poco tiempo después de iniciarse aquellas prácticas semiclandestinas, los habaneros se pusieron en contacto con los peloteros de Matanzas y quedó fijada la celebración de un encuentro en la región yumurina para los días finales de 1874.

La fecha de ese partido beisbolero, celebrado el 27 de diciembre del año citado, en un improvisado terreno de la llanura matancera Palmar de Junco, aparece recogida como la  del inicio del juego en Cuba y también como el primer deporte practicado por sus habitantes.

Las causas de esta decisión encontraron su justificación en que por primera vez dos novenas debidamente organizadas acordaron realizar un desafío. Los detalles principales los recogió una crónica publicada en el periódico El Artista, 31 de diciembre de 1874.

CRÓNICA DEL JUEGO

(Publicada en el diario capitalino El Artista, 31 de diciembre de 1874)

El domingo 27, según anunciamos a nuestros favorecedores, tuvo efecto el desafío entre los clubes de juego de pelota Matanzas y La Habana.

Reunidos en el lugar conocido por Palmar de Junco, en el barrio de Pueblo Nuevo (Matanzas), se procedió a echar suerte al que debía tocar in; cúpole al de Matanzas, por lo que el club habanero pasó a ocupar su puesto respectivo, dándose enseguida la voz de play por el umpire (a la una menos cuarto).

Jugados las primeras entradas, el match parecía igual, pues no se hicieron más que dos corridas por ambas partes.

En el primer inning del Habana tuvo lugar una seria discusión motivada por la manera de lanzar la pelota del pitcher del Matanzas, que en vez de to pitch, que es como está previsto, se permitió el lujo de throw the ball, que está prohibido.

Pidióse en el acto reclamación al umpire y éste declaró que en justicia no era válido el modo de arrojar la pelota que usaba el pitcher matancero pero como éste no fuera reemplazado, creyendo aquel club llevar en ello gran ventaja, se determinó que ambas partes hicieran uso de igual privilegio.

Sin embargo, la suerte estaba echada: el Habana logró con esa innovación gran  ventaja, pues la fuerza de su pitcher R. Mora, cuyo throwing era tan rápido y tanta la ligereza que su catcher (mister Bellán del Mutual Club de Nueva York) apenas permitía al batmen matancero distinguir la pelota.

He aquí por qué en 7 innings que se jugaron, los del Matanzas Club no hicieron sino nueve corridas, mientras que el Habana, en igual número de innings le hizo tres skuns y 51 corridas, ganándoles, por lo tanto por 42 corridas.

Con motivo de no haberse preparado convenientemente el terreno, el umpire no pudo funcionar con el acierto que era de esperar, mereciendo, sin embargo, un voto de gracia por la solicitud y el buen deseo que dio prueba.

Una concurrencia numerosa presenció el acto, que por la novedad llamó la atención. Gustó mucho también el sencillo y apropiado uniforme del Habana.
Merecieron especial distinción Bellán y Mora; el primero hizo tres home runs y el segundo uno.

El juego terminó a las 5 y 35 minutos de la tarde, hora en que la oscuridad no permitía continuar.

  
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