Ahorrar con energía e inteligencia

Nuevamente la disponibilidad de combustible en el país nos coloca en una coyuntura delicada en materia de generación de energía eléctrica y para el funcionamiento en general de la economía cubana.

La información pública que se ha brindado se adelantó así a lo que pudiera ser el momento más difícil de este año en materia energética, lo cual constituye un punto a favor de que se pueda paliar la situación con medidas duras, pero inteligentes y a tiempo, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

Llama poderosamente la atención la estrategia gubernamental de comenzar a ajustar consumos y preparar a los territorios mediante una comunicación clara y oportuna desde los municipios, que precedió al abordaje del problema en estos últimos días.

Porque en definitiva la capacidad que tengamos a nivel local para reorganizar los procesos económicos y los hábitos de la ciudadanía serán determinantes para sobrellevar esta emergencia de la manera menor traumática posible.

Coincidió además esta circunstancia con una oportunidad como el Décimo Congreso de los CDR que concluyera este jueves, lo cual permitió al Presidente de la República en persona, Miguel Díaz-Canel, abordar el asunto y ubicarlo como la primera prioridad en la labor no solo de esa organización de masas, sino de todos los eslabones de nuestra sociedad civil que operan en los barrios y comunidades.

Aunque parezca un juego de palabras, los consejos de la administración municipales y gobiernos locales tendrán que poner toda su energía entonces en el ahorro de energía, porque cuando se habla con la gente enseguida saltan inquietudes y se identifican brechas de consumo excesivo y despilfarro de corriente eléctrica y otros portadores.

Cuando concurren circunstancias como esta nuestra población pide mucho, y con razón, que las medidas de ahorro sean parejas, discriminen bien entre lo esencial y lo que no lo es, y partan del ejemplo que deben dar las instituciones estatales y sus representantes.

Hay que llegarles también a quienes en nuestras ciudades ostentan un nivel de vida con consumos que pueden ser legales, pero constituyen casi un agravio para la media de nuestra ciudadanía. Esa sensibilidad tiene que existir, y donde no la haya, hay que exigirla.

Resulta muy lógica además la explicación de que no todo el golpe de estas afectaciones puede dejarse sobre la actividad económica, para la protección del consumo del sector residencial de manera exclusiva.

Si no producimos para tener más ofertas y para exportar, estaríamos además hipotecando al país, y en el corto y mediano plazo eso podría agravar la situación de nuestra ya golpeada economía.

Por tanto hay que timonear la escasez con un criterio de la urgencia, pero también de la prudencia y la previsión, con un análisis colectivo en cada nivel de decisión sobre las actividades que se deben suspender, aplazar o reacomodar, para que el ahorro del combustible y la energía no nos cree un problema mayor, ya sea material o con consecuencias sociales y de otro tipo que luego resulten más costosas y difíciles de revertir.

También hay que cerrarle el paso al pánico, las mentiras y manipulaciones mediáticas que desde el exterior buscan el desaliento y la irritación, con respuestas rápidas y efectivas ante los rumores, las bolas y los inventos que ya han comenzado y seguramente continuarán.

Reiteramos entonces, a ponerle energía, con toda la inteligencia de que somos capaces, al ahorro de energía.

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