Con-vivencias de edades distintas

La convivencia familiar es definitivamente una de las cuestiones cotidianas más difíciles que se nos presenta en el seno de cualquier hogar.

Coexistir bajo el mismo techo, incluso entre personas con un parentesco cercano, que pueden quererse entre sí mucho, pero a veces no tanto, desgraciadamente, plantea a las familias cubanas no pocos imponderables y vicisitudes, que pueden ser todavía mayores si son diferentes y numerosas las generaciones que conviven, con sus variados intereses y actitudes.

Abuelas y abuelos, madres y padres, hijas e hijos, nietas y nietos, parientes de todo tipo que muchas veces comparten una sola vivienda, con áreas comunes o del todo independientes, pero conectados por mucho más que los lazos de sangre y sentimentales, comenta, para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

Conseguir armonía en ese espacio hogareño resulta una tarea a veces difícil, pero siempre deseable, pues cuando alguien no se siente bien en su propio hogar, los costos psicológicos, emocionales, para la realización personal, son demasiado altos.

El respeto al derecho ajeno, como en tantas otras esferas de la vida, parece ser la clave para lograr ese entendimiento familiar entre personas de diferentes generaciones e intereses.

No debería ser difícil conseguirlo si nos atenemos al afecto, a los sentimientos, que presupone esa tradición de cercanía que predomina como norma en nuestras familias.

Pero sabemos que incluso entre personas que sienten cariño entre sí a veces es difícil ponerse de acuerdo para tomar decisiones o compartir responsabilidades dentro de cada núcleo familiar.

Desde decidir qué vemos en la televisión, o cuál será el menú del día, o hasta el horario del baño y las labores hogareñas, lo mejor en última instancia es tratar de democratizar las decisiones, y mantener un equilibrio que no desfavorezca a ningún integrante de la casa.

Hay que proteger especialmente y dejarles su espacio a las personas adultas mayores, pero también a niñas, niños y adolescentes, quienes deben sentir el respaldo del resto de la familia, el interés por entender sus gustos y preferencias, sin que ello implique aceptar que los deseos de una parte se impongan a la otra.

En las condiciones actuales, donde las diferencias en el ámbito económico también impactan en las dinámicas familiares, es preciso cultivar esa solidaridad imprescindible entre los miembros de cada núcleo.

Si bien la contribución financiera al sostenimiento del hogar constituye una obligación para todos sus integrantes con una vida laboral activa, no necesariamente debe ser la cantidad del aporte monetario la que confiera la mayor autoridad o prerrogativas entre quienes comparten y construyen de manera conjunta una familia.

Esta sabiduría en el manejo de la casa incluye también la transmisión de los mejores valores a sus integrantes más jóvenes, a partir del ejemplo personal, que se expresa mucho mejor que con palabras y sermones.

Tampoco se debe subestimar la posibilidad de aprender e incorporar conocimientos, destrezas y nuevas miradas de los miembros de menor edad de la familia, quienes no pocas veces son capaces de darnos grandes lecciones a las personas mayores.

En fin, que cuando asumimos, ya sea por nuestra voluntad o por elemental necesidad, la convivencia de varias generaciones en un hogar, no podemos olvidar ni por un segundo que tenemos que saber lidiar con muchas vivencias, todas válidas, de edades, caracteres y necesidades distintas.

(Fuente: Haciendo Radio)

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