relaciones interpersonales

Ese lado humano

Vivimos en tiempos complejos, donde las necesidades materiales, las crisis y los bloqueos, el vértigo de la vida moderna, y casi podríamos decir que hasta el cambio climático, todo influye en que cada día las personas debamos vencer decenas, y quizás hasta cientos, de obstáculos en nuestras relaciones con quienes nos rodean.

Son muchas las manifestaciones que vemos a diario de ese riesgo permanente que corremos de perdernos en nuestros propios problemas, en detrimento de las dificultades ajenas, o las de carácter más colectivo.

Sin embargo, hay varios antídotos también contra esa pandemia de las malas relaciones humanas, del individualismo que ronda como una tentación sobre la conciencia de cada cual.

Una de las primeras vacunas sería la autenticidad y la humildad como principio. No esconder lo que se es, ni simular lo que no somos, pero tampoco sobrevalorar lo que representamos para las demás personas, ni creernos el ombligo del mundo o que todo nos lo merecemos.

También hay, lamentablemente, mucha gente por ahí que resulta incapaz de ponerse en el lugar de los demás. Pienso, por ejemplo, en esas instituciones donde se establecen parcelas y divisiones internas para completar cualquier prestación pública, y olvidan que a la ciudadanía al final no le interesa tanto qué departamento es responsable internamente de cada cosa, sino la satisfacción o insatisfacción como resultado del proceso.

Esa filosofía de establecer mecanismos pensados más para la comodidad de los prestatarios de un servicio que para el bienestar de quienes deben beneficiarse con ellos, deshumaniza el trato hacia el público, descuida la atención de las personas, hasta llegar a veces al maltrato más flagrante, con el presunto fin de organizar esa misma atención.

No les hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan, dice un viejo refrán. Pero también debemos preguntarnos si lo que nos gusta que nos hagan, les parecerá tan bien a los demás como nos parece a nosotros.

Porque otra clave para no perder esa aproximación humana a cada fenómeno de la realidad es preocuparnos por el enriquecimiento de la espiritualidad y aplicar en la práctica un verdadero respeto a lo diverso de las individualidades.

No quiere decir esto que perdamos la noción del error, la modestia y la innata condición que todos poseemos como miembros de una sociedad que requiere de normas de comportamientos y de ajustarnos también, con respeto y tacto, a las necesidades y requerimientos de los otros, y a los dictados de la inteligencia colectiva.

Pero dentro de ese margen tan rico en que cada cual es como es, y no como quisiéramos que fuera, tenemos que favorecer más esa combinación equilibrada entre los intereses colectivos e individuales.

La principal condición y finalidad de todo cuanto hagamos, tiene que ser —invariablemente— hacer más fácil la vida de nuestros semejantes, no más difícil de lo que ya resulta en estos tiempos que, como dijimos al inicio, son tan complejos que todo pareciera, desde las crisis y los bloqueos, hasta el cambio climático, que conspira para irritarnos y sacar a relucir lo peor de cada individuo.

En estas circunstancias, todavía más, es preciso buscar siempre dentro de nuestros sentimientos, ese lado humano que no debe abandonarnos nunca.  

Fuente: Haciendo Radio.

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