La Coubre, herida abierta del terrorismo

Fue aquel uno de los crímenes más horrendos cometidos por el imperialismo yanqui contra el país. El fatídico suceso ocurrió el viernes cuatro de marzo de 1960 a las tres y diez de la tarde.

A esa hora, un total de 57 estibadores descargaban, en el buque francés La Coubre, 75 toneladas de granadas y municiones para defender la soberanía cubana. El capitán George Dalmas venía al mando con una tripulación de 35 hombres y dos pasajeros. Después de tres horas de intenso trabajo, cuando ya se había desembarcado las cajas que guardaban las balas, y se iniciaba la descarga de las que contenían las granadas, ocurrió una explosión que estremeció La Habana.

El muelle devino en horrible escenario en fracciones de segundos: humo, gritos, cuerpos mutilados aún con vida, cadáveres y rostros desesperados ante la caótica situación. A la primera explosión le siguió otra enorme que hizo vibrar la tierra y cobró nuevas víctimas. Se agrietaron las paredes y ventanas de edificios cercanos, los autos fueron arrastrados hasta lejanas distancias, y una lluvia de objetos de hierro cayó a centenares de metros.

Contaba un testigo presencial que se veían hombres que quedaron mutilados, cadáveres sin piernas y brazos, mientras que otros fueron consumidos por las llamas; inclusive la onda expansiva lanzó a algunos sin vida a las aguas de la bahía habanera.

Descargaban material bélico que contribuiría a la defensa urgente del Gobierno Revolucionario Cubano que llevaba 14 meses de existencia amenazada por el arrogante imperio.

En fracciones de segundos el muelle se convirtió en horrible escenario de uno de los crímenes más execrables perpetrado por el imperialismo yanqui en el siglo XX, que costó la vida a 100 hombres humildes y trabajadores, -escribía un periodista sobre el hecho-:

Todo devino humo, cadáveres, cuerpos aún con vida impresionantemente mutilados, y rostros desesperados ante la caótica situación”.

Tanto el Ejército Rebelde, como miembros de la Cruz Roja asumieron una actitud heroica en el rescate de las víctimas, de igual forma, quedó demostrado que el pueblo estaba preparado como nunca para esa hora difícil dela Patria.

Pese a los riesgos que entrañaba, centenares de capitalinos corrieron de inmediato hacia el muelle para acudir al auxilio de las víctimas. Se puso de manifiesto en esa ocasión la enorme solidaridad sin importar el peligro.

Testigo excepcional fue el fotorreportero del periódico Hoy, Rafael Calvo, quien cuenta que una de las fotos más difíciles de tomar, y que a la vez refleja la imagen cargada de un hondo lirismo y dramatismo, es la de la calle por donde pasara el cortejo fúnebre que aparece cubierta de flores.

El pueblo aún recuerda y condena el trágico siniestro en el que se derramó la sangre de humildes trabajadores y combatientes: murieron 100 personas en total, y resultaron heridas otras doscientas, hecho que llenó de luto y lágrimas al país. El sabotaje al barco francés la Coubre no se olvidará jamás.

Al día siguiente de la explosión del vapor francés La Coubre se presenció en la capital cubana la más impresionante manifestación de duelo vista hasta entonces, cuando medio millón de cubanos marchó detrás de los féretros hasta la necrópolis de Colón.

Como expresara la prensa de aquel entonces: la ira se convirtió en fuerza movilizativa y afirmación revolucionaria más consciente. El pueblo cubano lo recordará siempre con odio e indignación infinitas.

De esta forma patriótica nacía ya para siempre en la historia de nuestro país la consigna que acompaña a la Revolución todos estos años, por la que han muerto y vivido miles de cubanos.

En nombre de Cuba habló Fidel, quien dijo: “No sólo sabremos resistir a cualquier agresión, sino que sabremos vencer a cualquier agresión y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con la que iniciamos la lucha revolucionaria, la de la libertad o muerte, sólo que ahora libertad quiere decir Patria y la disyuntiva nuestra ahora será Patria o Muerte«.

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