La educación y la formación  del carácter

Se entiende por carácter la combinación peculiar individual de las particularidades psíquicas más estables y sustanciales que condicionan  la conducta en determinadas situaciones y circunstancias.

Se debe de tener en cuenta que el carácter de los niños se comienza a formar desde que son muy pequeños; aunque no ha ocurrido aún en el tercer año de vida, sus bases si se constituyen.

El buen ejemplo de los padres no es suficiente para la formación del carácter. Lo principal consiste en entrenar sin cesar las buenas acciones y fijar las normas de conducta correctas.

La honradez, sensibilidad, tenacidad, valentía y otras cualidades nunca quedarán fijadas si se emplea sólo la palabra; es necesario poner al niño en situaciones que tenga que manifestarlas.

Debido a que el hombre no vive aislado, sino dentro de la sociedad, en su carácter se detectan características que revelan su actitud respecto a los demás, que pueden ser positivas como la sensibilidad, la sociabilidad  y la veracidad, entre otros, o, negativas como la dureza, el individualismo y la falsedad.

El carácter influye en la conducta y los actos de las personas; de lo cual se deriva, por lo tanto, que conociendo el del niño pueda preverse, en cierta medida, su comportamiento; el de los preescolares por ejemplo  y los alumnos que cursan los primeros grados  se encuentra en sus inicios de formación.

Algunos padres consideran que el carácter se transmite a los hijos por herencia, sin embargo, los numerosos ejemplos de corrección de los caracteres más difíciles demuestran que la educación desempeña un papel  rector en ese plano.

Una realidad es que las peculiaridades del sistema nervioso heredables influyen sobre el carácter en cierto modo, pero de ninguna manera determinan integralmente sus rasgos.

Queda demostrado que la semejanza de caracteres entre padres e hijos se debe no tanto a la herencia como al influjo permanente de los primeros sobre los segundos y al ejemplo personal constante.

 Son muchos los aspectos que dependen de las condiciones de vida y de la educación. Por ejemplo, la irascibilidad y excitación excesivas suelen estar condicionadas por debilidad innata del sistema nervioso, incapaz de dominar los excitadores más habituales.De no prestar atención a este fenómeno esas manifestaciones se convierten en rasgos del carácter.

Se conoce también que la decisión, la audacia, la agudeza y la actividad se educan con mayor facilidad en los coléricos-tipo fuerte de sistema nervioso-,  que en los melancólicos-tipo débil; el ahínco, la paciencia, la concentración y el dominio de si en los flemáticos.

 La conducta de los padres y su ejemplo personal ejercen gran influencia sobre el niño en éste período. Si ven que sus progenitores son atentos con las personas, justicieros, sensibles y laboriosos, y exigen lo mismo de él, seguramente en el niño se formarán esos rasgos.

Ahora bien, si los padres no son sinceros delante de los pequeños y menosprecian los intereses sociales, los niños también perciben ese comportamiento como una cuestión común y actúan de igual manera.

Nunca será poca la preocupación  de los padres por la formación del carácter de sus hijos, tarea que también incluye al resto de la familia y la comunidad donde reside el menor.

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