¡Lo peor es que no hay tiempo para perder tiempo!

La mayor cantidad de dinero que eroga el país en divisas se concentra en comprar combustibles y alimentos. Lo primero es inevitable, porque sostiene la economía, es la base de la generación eléctrica, el funcionamiento de la industria, el transporte en todas sus manifestaciones, constituye la garantía de la vitalidad del país.

Lo segundo es un tema de seguridad nacional, conceptualizada así en los Congresos del Partido y en nuestro Plan de Desarrollo Económico y Social.

A nuestro modo de ver, cuando se habla de producción de alimentos- a diferencia del tema combustible-, estamos muy lejos de explotar todas las potencialidades nacionales para generar parte de lo que necesitamos y ¨descargarle¨ al Estado responsabilidad al tenerlo que buscar en el exterior. Y si a ello sumamos el incremento de los precios de los alimentos, las materias primas y los fletes para su transportación hacia dentro de fronteras, como decimos en un buen cubano ¨la cuenta no da¨.

Se ha dicho que la situación energética del país debe mejorar, hoy más compleja porque se genera parte de nuestra energía eléctrica a través de la llamada generación distribuida, que consume el diesel que habitualmente se destina a la economía interna hacia sectores clave como la agricultura, la transportación, etcétera. Ha sido necesario para poner a punto nuestras plantas térmicas de cara al período veraniego como garantía de una mayor estabilidad.

El asunto, visto desde el tema de la producción de alimentos- donde los altos precios impactan significativamente en el tema inflación-, está en que si las proporciones de lo que se controla en el sector privado con relación al Estado son totalmente desfavorables- y hablamos de que el 80 por ciento de las tierras aprovechables están en manos de los primeros-, entonces será necesario recomponer ese vínculo para avanzar hacia una mayor sostenibilidad productiva, contribuir a incrementar ofertas y poder atenuar el golpe de los vacíos de ofertas en el mercado, la interferencia de los conocidos intermediarios y su incidencia en los altísimos precios de los que justamente se queja la población hoy.

Las salidas pues están en nosotros mismos. Primero, en acabar de entender la necesidad de reajustar todo el potencial de fuerzas y conocimiento de los municipios, el espacio primario donde se produce y las personas consumen, saber qué proporción de alimentos per cápita necesitan sus habitantes, dónde deberán gestionarse otros renglones deficitarios que no son posibles generarlos endógenamente e identificar qué producciones tienen la calidad suficiente no solo para satisfacer el mercado interno, sino también para exportar y obtener ingresos y crecer como un ciclo cerrado.

Mientras se piense que en el balance nacional todo seguirá llegando desde la canalita del Estado, se podrá avanzar menos o no se avanzará. Por supuesto que todos los municipios no son iguales, ni disponen de las mismas posibilidades, pero de eso no  tratan estas reflexiones.

Y es la idea que en cada una de las recientes reuniones en las provincias, a los que prefiero decirles encuentros por lo que se aprende de todas las partes,  fue reiterada una y otra vez.  Las circunstancias requieren concretar la idea de trabajar con nuestras propias reservas de eficiencia y no será de esa manera si algunos continúan pensando que la solución será nacional.

No sería posible avanzar en el 2023 si no potenciamos a productores que sí han demostrado resultados consolidados en la producción de alimentos por encima de los demás, a nuestro entender ¨los sabios¨ de la agricultura, sin acabar de socializar dentro del municipio estas  mejores experiencias para que otros puedan aprender y asumirlas como propias, si todavía hay tierras ociosas donde no se siembra nada, cuando son aún demorados procesos de entrega de tierra en usufructo y después cuando se logra hacer la entrega no se controla lo que se siembra u orienta qué necesitamos a partir de las exigencias locales, cuando los niveles de contratación de carne de cerdo o de leche son bajos, por causa de una mejor gestión o porque la dispersión de los productores no hace transparente los controles sobre qué pueden aportar los mismos.

Lo peor es que no hay tiempo para perder tiempo. Porque si las potencialidades que tenemos demostradas, no se canalizan a través de las formas y maneras más eficientes, se pierden, y esas mismas producciones que ahora se dejan de contratar se venden sin control y a altos precios cuando pudiera ser todo lo contrario con mayor seguimiento y fiscalización de la ruta crítica hasta la venta a la población.

Todo depende del municipio, las autoridades locales, e igualmente de algo en lo que se trabaja, en reconsiderar el tipo de vínculo de subordinación de las empresas ubicadas en los territorios para aportar más no solo en al desarrollo sino también en los aportes tributarios para emprender otros proyectos en los sitios donde realizan su actividad, parte de su responsabilidad social.

Eso se llama pensar diferente, y como alguien dijo pensar, pensar y pensar… porque siempre surgen nuevas soluciones a cada problema.

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