Según nos dice la historiadora Francisca López Civeira en su interesante libro 100 preguntas sobre historia de Cuba, el dominio de los Estados Unidos sobre el mercado cubano se mantendría con el Tratado de Reciprocidad Comercial firmado en 1934 y con las negociaciones posteriores en los años 40 y 50.
La dependencia del mercado norteamericano para realizar la producción azucarera cubana generó una actitud dependiente en todos los campos dentro de los grupos de poder, pues subordinaban los intereses de Cuba a la preservación de ese mercado.
Las inversiones también fueron instrumentos de dominación pues el capital norteamericano se apoderó de los sectores principales de la producción y los servicios, lo que siempre fue acompañado del dominio tecnológico.
A partir de la dependencia económica, se generó una dependencia política por la articulación de intereses entre los grupos de poder económico subordinados, en general, a Estados Unidos y su representación política.
Todo esto amplió las posibilidades de la dominación que se expresó también en el ámbito cultural, pues se impusieron formas de vida, gustos y patrones culturales que provenían de los Estados Unidos.
Esta múltiple dependencia formó parte del dominio implantado y experimentado en Cuba por los Estados Unidos.
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