Mariana Grajales, madre de la patria

Mariana Grajales, símbolo de hidalguía y valor

Hace 130 años del fallecimiento de Mariana Grajales, a quien se le reconoce como la Madre de la Patria, y que con su ejemplo sublime acompaña la intransigencia de los mambises de nuestros días que defienden y salvan la Cuba que ella tanto amó y a la cual consagró su vida y la de su familia.

Fue una mujer con un temple y valor a toda prueba,  mantuvo siempre una conducta ética y sobresalió por sus valores como madre y por los más sagrados deberes patrios, transmitidos a sus hijos.

Murió a los 85 años de edad en el exilio en Jamaica el 27 de noviembre de 1893. En esa nación la conoció José Martí y al enterarse de su fallecimiento escribió en el periódico Patria el 15 de diciembre de 1893, en clara alusión a Antonio Maceo:

“Y de su gran pena de ahora ¿no ve que no le he querido hablar? Su madre ha muerto. En Patria digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte: lo escribí en el ferrocarril, viniendo de agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no pudo morir en su tierra libre: ese, ese oficio continuo por la idea que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos veces, y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda mi vida”.

Tan hondo caló en el sentir del Apóstol de la independencia de Cuba que el 6 de enero de 1894 le dedicó otro artículo en el periódico bajo el título La madre de los Maceo.

A aquella patriota imbatible, símbolo de combatividad y un amor infinito a la libertad le dedicó Martí las siguientes líneas: “¿Qué sino la unidad del alma cubana, hecha en la guerra, explica la ternura unánime y respetuosa, y los acentos de indudable emoción y gratitud, con que cuantos tienen pluma y corazón han dado cuenta de la muerte de Mariana Grajales, la madre de nuestros Maceos?

“¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto?”.

Mariana Grajales había nacido el 12 de julio de 1815, en Santiago de Cuba, hija de los mulatos libres José Grajales y Teresa Cuello, oriundos de Santo Domingo; y recibió la primera enseñanza como era posible en aquella sociedad para los de su estrato social.

Tuvo, además, una educación religiosa y ética por parte de sus padres que junto al aborrecimiento de la esclavitud y la explotación colonial, conformaron los principios patrióticos de aquella valiente y decidida fémina, quien supo transmitir esos valores a sus descendientes años después.

Se casó en 1831, a los 15 años, con Fructuoso Regüeiferos, unión de la cual  nacieron cuatro hijos. Tras nueve años de matrimonio quedó viuda y posteriormente conoció a Marcos Maceo y se unió a él en 1843.

En la finca propiedad de Marcos en Majaguabo, San Luis, vivió la familia que tuvo como primer vástago a Antonio en 1845, y sucesivamente nacieron José, Rafael, Miguel, Julio, Tomás y Marcos Maceo Grajales, además de Baldomera, Dominga y María Dolores, esta última falleció al poco tiempo. Unidos a los anteriores hermanos del primer matrimonio conformaron una gran familia bien llevada y unida por el ideal común de la independencia cubana.

Desde el inicio de las conspiraciones independentistas previas al alzamiento del 10 de octubre de 1868, los Maceo y los Regüeiferos se sumaron a los preparativos revolucionarios y fueron fieles al juramento que le hicieron a Mariana: «De rodillas todos, padres e hijos, delante de Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo, juremos libertar la patria o morir por ella».

Todos participaron en la Guerra del 68 y la mayoría cayeron en combate: el esposo Marcos fue el primero de la familia en ofrendar su vida y antes de morir quiso que le recordaran a Mariana que fue fiel a ese compromiso. También Baldomera y Dominga se incorporaron a la guerra, trabajando en los hospitales de campaña.

A raíz de haber recibido Antonio su inicial herida de guerra, le dijo a su hijo más pequeño, Marcos: «Empínate, que ya es hora de que pelees por tu patria como tus hermanos».

La propia Mariana, a pesar de su avanzada edad, curó heridos en los hospitales de campaña y apoyó al Titán de Bronce en la histórica Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1895.

Su hijo Rafael sobrevivió para participar en la Guerra Chiquita en 1879 y al concluir fue enviado a las cárceles de Chafarinas, en Marruecos, donde falleció en 1882.

Solo le quedaron a esta heroica madre al inicio de la Guerra Necesaria de 1895, cuatro descendientes: el General José Maceo y el Lugarteniente General Antonio, que en julio y diciembre de 1896, respectivamente, cayeron en combate. Solo sobrevivieron Tomás y Marcos con sus cuerpos llenos de heridas.

Esta mujer heroica, a quien los cubanos reconocemos como Madre de la Patria, nunca  desmayó ni profirió una queja, siempre renegó de las lágrimas y su voz se alzó llamando al combate. Así la recuerda Cuba en el aniversario 130 de su muerte.

(Jorge Wejebe Cobo, ACN)

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