Me dicen Cuba

El Doctor Dainiel Hernández Molina se confiesa santiaguero de pura cepa. Este joven especialista en Medicina General Integral llegó a Venezuela el 29 de diciembre del 2019, con los sueños de crecerse como profesional y como ser humano, de servir a los demás.

Cuarenta y dos meses en la misión, cuatro años en que -y lo confiesa con orgullo- cambió para siempre su nombre. Ahora, cuando recorre el pequeño pueblo donde cumple como colaborador lo llaman con una palabra de cuatro letras que escucha con mucho orgullo: Cuba.

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Durante tres años fue vicecoordinador de un Policlínico en la isla, una experiencia que le sirvió para asumir la responsabilidad que cumpliría después en la nación bolivariana, donde ha estado al frente de  dos centros de diagnóstico integral (CDI), instalados en comunidades muy humildes de personas pobres y con muchos padecimientos de salud.

En el diálogo, Dainiel recuerda que “el primer paciente con Covid en este Estado fue ingresado en mi CDI, imagina el miedo de enfrentar algo nuevo que sabias que era mortal, el señor se recuperó, después cientos de pacientes se hospitalizaron, y muchos se salvaron.

A los cubanos nos define la calidad humana; y la batalla contra la Covid se caracterizaba en no demostrar miedo, estar cerca del paciente, sentir su dolor y su angustia como propio. Eso es lo que hago ahora mismo cada vez que tengo casos difíciles de personas con cualquier enfermedad”, enfatiza.

Ahora Dainiel, quien cambió su nombre por el de su Patria, está hace meses en el CDI UD-118 en la  comunidad  Emmanuel, perteneciente al municipio Cadoní, del Estado Bolívar, y asegura que “es una localidad con gente muy buena, con miles de carencias, pero con una gran nobleza, es un orgullo estar ahí y enfrentarme a la cruda realidad junto a ellos.

Es bonito compartir una arepa, un trago de café, guayoyo, como le dicen al café claro, y esta es mi rutina diaria: a las 8 de la mañana abro la consulta, hay días en que recibo a 10 o  15 pacientes, otros llega un solo paciente, pero cuando no vienen, voy a buscarlos. Yo disfruto hacer terreno, es donde ves la realidad, ves como viven, sus costumbres higiénicas, con qué se alimentan.

A propósito, hace más de tres semanas en la comunidad hay un brote de dengue, que es típico porque tenemos un río cerca, también hay parasitismo intestinal, paludismo, y he sufrido momentos muy tristes, hace cerca de un mes me falleció una niña de cuatro años con déficit del desarrollo sicomotor y apenas pesaba 10 kilogramos, fue muy difícil”, confiesa.

El Doctor Dainiel, cada mañana cuando despierta, piensa en Cuba y en esa familia que le necesita y le espera. Entonces, le pregunto ¿Qué se siente cuando uno echa la vista atrás y dice: vale le pena estar separado de la familia?

La respuesta no se hace esperar. “Hablo con mi mamá casi todos los días, me interroga ¿qué hiciste? y yo le cuento las cosas que me pasan y le digo que me siento orgulloso porque trabajo en lo que me gusta, yo estudié medicina para atender a las personas que me necesitan, para aliviar el dolor.

“Mi sobrinito tiene dos años, ya dice mi nombre y siempre quiere saber cuándo regreso, le explico que estoy cuidando otros niños y que en cuanto pueda, regreso, eso me duele, “me pega”, como dicen los venezolanos, no vi a mi sobrino nacer, sus padres tienen retraso mental, mi mamá lo cría y yo digo que lo que más sufro es no estar junto al niño”.

¿Y por qué lo haces, por qué el sacrificio? Indago y Reiniel es rotundo: “Por amor, por convicción y lealtad, mi familiares son muy humildes, carentes de recursos, sin la Revolución yo no hubiera sido médico, y mi manera de agradecer es trabajar mucho”.

Supón que ya cumples tu misión, regresas a Cuba, estás con tu mamá, tu sobrinito y te dicen que te necesitan en otro país o en Venezuela nuevamente.

Reiniel me mira fijamente y su rostro expresa tantos sentimientos encontrados: “Me daría un tiempo, aunque sea seis meses para estar en la Patria y en mi hogar, estuve en Brasil dos años. Salí cuando se interrumpió la misión en ese país, luego estuve diez meses en Cuba y vine para acá.

Llevo cuatro años aquí, ya mi mamá está envejeciendo, no es la misma de cuando partí de Cuba, y ya suman seis años lejos de ella, siento muchas nostalgias, añoro la comida de mi mamá, dormir junto a ella, hasta ser partícipe de los conflictos de una casa y de una familia, pero sigo aquí y estaré mientras me necesiten”, asevera.

¿Qué mensaje enviarías desde aquí a cubanos y venezolanos?

Para mi país, seguir confiando en la juventud y para los venezolanos que amen su Patria, yo amo Venezuela, son gente solidaria, gente buena. Somos dos naciones hermanas.

Por eso Dainiel camina por las calles de la comunidad Enmanuel y saluda feliz a sus pacientes, quienes le cambiaron su nombre para siempre. “Es típico que los pacientes no me llamen por mi nombre,  simplemente me llaman Cuba.

Es un orgullo que una persona represente la moral de un país completo, es Cuba, Cuba, Cuba por todas partes cada vez que saludo o entro a cualquier parte, y se siente mucho orgullo que te identifiquen por lo que tú representas, la tierra donde naciste y que amas entrañablemente”.

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