No hay obra más sublime de amor que la de salvar vidas

Cuando se hable de amor verdadero, no puede dejarse de mencionar a nuestro personal de salud que lejos de nuestra Patria presta sus servicios en otros lares.

Se dice rápido y fácil, pero se necesita mucho altruismo y sentido del deber para dejar temporalmente a la familia y amigos y servir a otros que lo necesitan.

Resulta tan cotidiano el gesto, entre nuestros propios familiares en el sector de la salud o conocidos, que pocas veces nos detenemos a pensar cuánto significa en crecimiento profesional y en el orden humano, laborar en otras tierras, con costumbres, cultura y hasta idiomas diferentes, en lugares intrincados no pocas veces inhóspitos.

Y es precisamente esto último lo que engrandece la obra de nuestro personal de la salud que brinda sus servicios fuera de frontera. Van hacia donde apenas existen servicios médicos, allí donde los  problemas son más agudos y los índices de salud están más deteriorados.

Al principio cuesta mucho entender qué hacen ahí y de qué manera logran labrar un camino de más esperanza para los pobladores, ganarse su confianza y la necesaria empatía que facilite el trabajo de reconocimiento.

Pero se logra. Y generalmente al finalizar cada misión queda la huella indeleble del galeno o enfermera cubana en cada lugar. Es casi imposible que no sea así porque el trato, la entrega y la pasión al trabajo y para salvar vidas, resultan ingredientes que rápidamente se perciben por quienes están necesitados no solo de atención médica sino también de amor.

Por eso en una fecha donde honramos al amor como un sentimiento universal que transgrede fronteras, se palpa, necesita y nos eleva a la máxima altura humana, llegue a todo el personal médico cubano que lejos de nuestro país realizan una ardua labor, y también dentro de fronteras, el siempre infinito agradecimiento porque no hay obra más sublime de amor que la de salvar vidas.

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