Ser mejores es posible

Hay que estimular la sensibilidad humana esa que nos hace ir un poco más allá de nuestras propias posibilidades y nos salva.

Escuché hace unos dias a una abuelita quejarse de que no encontraba ayuda para cruzar una concurrida avenida en La Habana, por más que con su rostro y expresiones trató de llamar la atención de transeúntes próximos a ella, no lo logró de inmediato hasta que un joven que no rebasaba los 20 años atravesó la populosa calle y al percatarse, salió a su auxilio » gracias, mijito», dijo agradecida la abuela mientras el adolescente respondia «desde niño me enseñaron así».

Actitudes como estas gratifican el alma, porque demuestran que los buenos sentimientos no tienen edad, y si desde la cuna se aupan y sedimentan siempre ofrecen los frutos más placenteros.

En momentos en que algunos apelan, sin embargo, a posiciones egoístas e individualistas, otros, en su mayoría hacen valer aquello de hacer el bien sin mirar a quién.

Son ejemplos que enaltecen, y que son consustanciales con una sociedad donde se potencian las virtudes de las personas aunque en tiempos complejos a quienes desgraciadamente pierdan el rumbo.

Los buenos gestos y actitudes nos llenan espiritualmente, y nos hacen mejores personas, incluso como individuos nos permiten crecer y enfrentar los avatares de la vida con mayor resolutividad.

A eso nos debemos todos, en una sociedad donde sus complejidades nos ponen retos cada día para superar los desafíos cotidianos.

Bien por el joven que acudió en ayuda a la abuelita. Demuestra que ser mejores es posible.

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