? Salvaguardar al planeta azul: el permanente reclamo de Gagarin

Aquellos dramáticos silencios de la era soviética, arrojaron demasiada bruma sobre la trágica muerte de Yuri Gagarin el 27 de marzo de 1968. Alguna gente cree que nunca consiguió adaptarse a la fama, aunque lo habría intentado vehementemente. Hasta se afirma que en muchas partes lo recibían con auténticas dionisíacas, y que la gente se ofendía si no aceptaba el vodka.

En las memorias del ex comunista peruano Eudocio Ravines, por ejemplo, se narra cómo el revolucionario polaco de origen judío Karl Radek (víctima luego de la represión stalinista), le enseñaba a beber el vodka, “de un solo trago –le decía—todo el vaso… ¡así!”. Por eso, la noticia del fallecimiento del primer cosmonauta del mundo siempre anduvo presa del misterio.

Pero la verdad histórica, por lo visto, aparece inscrita en el testimonio. Hace aproximadamente 10 años, un ex piloto ruso, Alexei Leónov, publicó partes de un informe desclasificado, donde se asegura que un avión Sukhoi (Su-15) destinado a pruebas en Novoselovo, generó una onda de choque supersónica al elevarse a 500 metros y no a la altura que debía. La turbulencia desestabilizó a la nave Mig-15 tripulada por Yuri Gagarin y por otro compañero, el instructor Vladimir Seryoguin, la cual se precipitó en picada a tierra.

El testimoniante no quiso revelar entonces el nombre del piloto del Su-15. Solo aseguró que tenía 80 años, mala salud, y que nada arreglaría con identificarlo. De acuerdo con esta evidencia, fue en realidad un accidente por un error humano, donde la presunta adicción a las bebidas alcohólicas no tuvo nada que ver.

A lo largo de los años, proliferaron un sinnúmero de teorías: suicidio, sabotaje, un ataque de ansiedad o un desmayo del primer cosmonauta, un presunto problema de sellado en uno de los conductos de ventilación, una maniobra imprevista ante un globo aerostático.

Al margen de campañas, de significar únicamente los defectos tan naturales en cualquier ser humano, la página heroica de aquel piloto de origen campesino trascenderá en el tiempo. Cada 12 de abril, la fecha del primer viaje, se celebra la Noche de Yuri (Yuri´s Night, en inglés), que desde hace años remontó las fronteras de Rusia, y hasta llegó a orbitar en la Estación Especial Internacional, ese fabuloso mecano a 400 kilómetros de altura. Ha resultado fiesta en Los Ángeles, en Tel Aviv, en Tokio, y en tantas urbes donde por razones políticas no hay tantas emociones filorrusas, ni de tanto acercamiento con Moscú.

La Casa Natal de Yuri Gagarin en Klúshino, en Smolensk, devino museo. El rostro del primer cosmonauta resulta embajada cultural en estampillas de correo y en monedas conmemorativas. En la cultura rusa, se sembró la frase Poyejali (Vamos), tan usada para encarar empresas difíciles o en brindis de celebración familiar.

Entre nosotros, aún circula su imagen hecha amistad en el abrazo a Fidel, en su cercanía afectiva al Che en la Sociedad de Amistad Cubano-Soviética, en el apoteósico recibimiento del pueblo de Cuba al héroe en julio de 1961. Hace 55 años, dejó de existir el primer humano que fue al Cosmos, que descubrió el azul de la Tierra, y que dejó para el ahora y para el porvenir un mensaje conmovedor: “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza. No la destruyamos”.

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