Adicción tecnológica, una alerta necesaria en los tiempos que corren

No es noticia: el uso indiscriminado de los dispositivos móviles a nivel mundial constituye una adicción social con consecuencias negativas a corto y mediano plazos.

A priori aclaramos que no se trata de estar en contra de su práctica por los beneficios que tiene para acceder a información y otros procesos comunicativos a todos los niveles, sin embargo, no saber cuál es el justo medio para el correcto empleo de estos equipos conlleva a consecuencias negativas por el sistemático consumo de contenidos no siempre enaltecedores, también para la salud y las dinámicas intrafamiliar y social que sufre una transformación nada despreciable, algo de lo que Cuba no resulta excepción.

Mire a su alrededor o hacia el interior de la familia y reflexione sobre cuán negativo puede ser estar constantemente al tanto del teléfono móvil o de las notificaciones de las redes sociales digitales, o qué último ¨acontecimiento¨ se ha subido o cuántas personas le han pedido amistad en Facebook o le escriben a través de su correo electrónico.

Según la Organización Mundial de la Salud,  el efecto que provoca estar continuamente pendientes de las notificaciones, correos o revisiones de redes sociales, produce un incremento de la irritabilidad del sistema nervioso generándose ansiedad, déficit de atención y aumento del estrés.

Investigaciones a nivel internacional coinciden en que el uso racional de los celulares en edades que oscilan entre los trece y diecisiete años puede beneficiar el acceso a contenidos y búsquedas que complementan el aprendizaje en los centros educacionales siempre y cuando se dispongan de herramientas mínimas para discriminar lo bueno de lo malo, con pensamiento crítico ante lo que consumimos y no de manera pasiva.

En contraste, como tendencia, las propias investigaciones asumen también que los adolescentes y jóvenes fundamentalmente permanecen no menos de seis horas diarias frente a la pantalla de un teléfono móvil lo cual puede ser dañino para la salud y llegar a convertirse en adicción porque en la medida que pasa el tiempo es más difícil controlar este tipo de actividad.

Lo peor es que es una práctica también de la que no escapan los niños. Hay padres que por mantener entretenidos a los hijos les dejan hacer y encuentran en el uso del móvil la vía para tener más tiempo libre para ellos.

Los más pequeños pueden consumir  muñequitos o videojuegos, por solo citar estas dos opciones, lo cual crea un mal hábito si esta práctica no se maneja con racionalidad e intencionalidad, ajustando horarios y momentos del día y sobre todo con la atención puesta en qué consume el niño y para qué.

En este tema hay mucha tela por donde cortar. Incluso la permanencia prolongada frente a una pequeña pantalla del teléfono dificulta la interacción social y familiar, las personas dejan de hablarse estando en un mismo espacio físico, cada uno está en lo suyo, y se descuida lo más preciado la interacción social la que favorece no solo el aprendizaje, sino fortalece sentimientos, convicciones y también enriquece y reafirma nuestra lengua hablada.

Todo en exceso en malo. Nadie niega el avance cada vez más vertiginoso de las tecnologías, pero somos seres humanos que necesitamos ejercitarnos como tales, en rutinas que siempre van a existir y nos amplían la capacidad de manejar emociones e interactuar.

De eso se trata, en un mundo donde la individualidad pretende ser reforzada como algo único, separada del resto de las personas, y de ahí al egoísmo va un pequeño paso. Son solo líneas para reflexionar entre todos, para que cada uno desde el lugar que ocupa se revise para no tener que lamentar después.

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